Alteración del reloj biológico: consejos para que el cambio de hora no afecte la rutina

El 2 de septiembre los relojes se adelantaron una hora, marcando así el inicio del horario de verano. Este cambio, en algunas personas, implica ajustarse a una nueva rutina por lo que podrían presentar problemas de concentración e irritabilidad.

Desde un enfoque práctico, alterar abruptamente la rutina de sueño y las actividades a las que el cuerpo está habituado, incluyendo horarios de ejercicio, comidas y la toma de medicamentos, puede generar incomodidades tanto en niños como en adultos.

El cambio de horario tiene el potencial de alterar el metabolismo, lo que puede resultar en fatiga y una disminución en los niveles de atención en nuestras actividades diarias.

El neurólogo de la Nueva Clínica Cordillera, Dr. Alberto Vargas, señala que «estos efectos varían entre las personas, ya que los ciclos de sueño evolucionan a lo largo de la vida, siendo diferentes en la infancia, en la adultez y en la vejez”.

Además, agrega, que quienes pueden experimentar un mayor impacto debido al cambio horario son los niños, los adultos mayores y aquellos que consumen medicamentos para conciliar el sueño.

Desincronización

El fenómeno descrito ocurre debido a que el cambio de horario produce una leve desincronización entre las señales externas (como la luz solar y la temperatura) y las señales internas (los ritmos circadianos regulados por el reloj biológico interno).

Esta discrepancia puede tener un impacto desfavorable en el estado de ánimo y en el bienestar emocional, indica el profesional.

El cambio de horario puede afectar el bienestar y la rutina diaria, pero con algunos ajustes y prácticas, se pueden minimizar sus efectos. El neurólogo entrega algunas recomendaciones para enfrentar el cambio de horario de manera paulatina:

Limitar los estimulantes: evitar consumir estimulantes como café, té, bebidas cola, bebidas energéticas y cigarrillos antes de ir a dormir. Estos pueden dificultar la conciliación del sueño.

Controlar la siesta: tratar de evitarla o limitar su duración. En algunos casos, las siestas prolongadas pueden afectar la calidad del sueño nocturno.

Fomentar el descanso: practicar actividades relajantes antes de dormir, como escuchar música suave, leer o realizar terapias de relajación si es posible. Estas prácticas pueden preparar la mente y el cuerpo para un mejor descanso.

Reducir la exposición a pantallas: evitar uso de dispositivos electrónicos con pantallas brillantes, como televisión, computadora o teléfono celular, antes de acostarte. La luz azul de estas pantallas puede interferir con la producción de melatonina, la hormona del sueño.

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