Probablemente todos los que tengan hijos en edad escolar han escuchado alguna vez sobre el Déficit Atencional. Un tema conocido, pero no por eso no controversial pues muchas veces existe desconocimiento en relación a su definición, diagnóstico y tratamiento, lo que contribuye a una gran incertidumbre de parte de apoderados, profesores y terapeutas que se relacionan con estos pacientes.
La Dra. Marcela Larraguibel, psiquiatra infantojuvenil de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de la Universidad de Chile y una de las especialistas en el tema, conversó con Ciencia y Salud para evaluar en qué estado se encuentra en Chile el diagnóstico y manejo de este trastorno. Si bien a la fecha no existen datos nacionales sobre su prevalencia, la Dra. Larraguibel adelanta que pronto “van a salir datos a nivel nacional de un estudio que está dirigido por la Dra. Flora de la Barra sobre la prevalencia de los trastornos mentales en niños y adolescentes en Chile”, señalando que aunque aún no son publicados, éstos corresponderían con las cifras que se manejan a nivel mundial “entre un 5 y un 10% de prevalencia del trastorno por déficit atencional”, explica.
¿Cómo calificaría el diagnóstico de este trastorno en el país, es certero o existe un sobrediagnóstico o subdiagnóstico?
Hay varias contradicciones, porque si uno piensa que es entre un 5 y un 10 por ciento de los chicos, de 10 alumnos tendríamos uno, entonces en un curso de 40 alumnos, tendríamos entre 2 y 4 que estarían en el diagnóstico de un trastorno por déficit atencional. Sin embargo, por otro lado se ha visto que la cantidad de psicofármacos para el tratamiento del déficit atencional ha aumentado a través del tiempo, pero si se ve la cantidad de fármacos que deberían recibir los niños, se venden menos fármacos de lo que realmente se requería para un buen abordaje. Es ahí donde uno podría decir que en este último tiempo hay más chicos tratados y hay más fármacos que se venden, pero cuando se saca el cálculo por cabeza, no hay más medicamentos que se venden, sino menos aun.
Puede haber un subdiagnóstico quizás en algunos sectores y un sobrediagnóstico en otros, que es lo que podría explicar esta diferencia. Hay cursos donde uno ve que hay muchos niños que están siendo tratados, pero hay otros donde no hay ninguno.
Lograr un diagnóstico requiere de una confluencia de especialistas, ¿cómo se desarrolla esta integralidad?
Hay que identificar dos cosas: una es la pesquisa y la otra el tratamiento. En la pesquisa del déficit atencional hay múltiples profesionales que están integrados, desde los padres con la psicoeducación que ellos reciben habitualmente a través de los diarios, de los mismos colegios y de la televisión, lo que hace que los padres entren en sospecha rápidamente. Por otro lado está toda la parte educacional, las educadoras de párvulos y los profesores de básica que también contribuyen mucho a los diagnósticos y a mostrarles a los papás, a pedirles evaluación. Además está el pediatra, el que muchas veces es el canal donde llegan a consultar los papás o bien el pediatra los ve en la sala y entonces ahí empieza la derivación a los especialistas para poder hacer el diagnóstico. Sin embargo, el diagnóstico siempre es clínico y debe ser realizado por un especialista. En el tratamiento también hay una intervención que muchas veces es multidisciplinaria, en la que también se involucran varios profesionales.
¿Cuáles son las dificultades más frecuentes para el diagnóstico de este trastorno?
Las dificultades para el diagnóstico del déficit atencional tienen más que ver más bien con el diagnóstico diferencial porque hay muchos cuadros clínicos que pueden manifestarse como un trastorno por déficit atencional. El déficit atencional tiene tres ejes para su diagnóstico: la falta de atención y concentración, la impulsividad y la inquietud motora. Entonces esas tres cosas se pueden dar bajo diferentes tipos de psicopatología, por ejemplo un trastorno del ánimo puede dar un cuadro clínico muy semejante al déficit atencional.
¿Qué determina un buen diagnóstico?
Lo importante en el diagnóstico es poder diferenciar que tenemos sólo un déficit atencional y que lo que estamos viendo no es secundario a otra cosa. El otro problema del diagnóstico es la comorbilidad, es decir que existe otro trastorno asociado al déficit atencional y eso también es muy alto, entonces uno además de hacer el diagnóstico del déficit debe buscar si hay comorbilidad para poder enfocar el tratamiento, porque son dos cosas distintas que van a necesitar tratamientos diferentes.
¿Qué caracteriza el manejo actual de este trastorno?
En el manejo actual, lo que se propone para el déficit atencional es una intervención multimodal, en que lo primero es entregarles las herramientas a los padres para poder manejarlo para que no traiga consecuencias a largo plazo. El trastorno per se no es el problema, porque el tratamiento es efectivo y tiene buenos resultados, pero si no es tratado o no es tratado en forma correcta, hay que hacer ahí una aproximación a que los papás entiendan de qué se trata y aprendan a manejarlo para que esto no tenga secuelas. Otra parte también pasa por la intervención escolar a nivel de los colegios, de informar a los profesores de los problemas que tiene este chico y que por lo tanto ellos también puedan tolerar y no castigar algunas conductas del niño que no son controladas por él, que ellos también puedan facilitar el desarrollo.
¿Cuáles son las principales dificultades que ustedes como especialistas enfrentan en el ámbito del tratamiento farmacológico?
La parte farmacológica apunta a aumentar en el chico el nivel de atención o de concentración para que pueda rendir de acuerdo a sus capacidades. El mayor desafío ha sido el mal uso de los medios de comunicación en cuanto a mostrar que los medicamentos en algunos niños pueden tener efectos que muchas veces no los tienen, que pueden ser dañinos o causar problemas a largo plazo. A muchos papás les cuesta tener acceso directo a los trabajos más científicos, o muchos no se dan el tiempo y se quedan con lo que apareció en cualquier parte, eso hace que muchas veces se asusten en cuanto a tratar a sus hijos. Por lo tanto, ahí aparecen las resistencias al tratamiento. No es menor porque un chico que no es tratado o es mal tratado, a la larga tiene por ejemplo mayor prevalencia de trastornos depresivos, abuso de sustancias, delincuencia, abandonos escolares, menor nivel de educación, menores ingresos económicos o mayores rupturas de pareja. Realmente muchas veces los papás, al no ayudar a sus hijos con un buen tratamiento, los dejan “hipotecados” a largo plazo.
¿Cuánto de mito hay en esto de los efectos colaterales de los fármacos?
Por ejemplo se ha hablado mucho de la dependencia de los fármacos y hay estudios muy claros a largo plazo que indican que en realidad el usar psicofármacos en niños con déficit atencional, es más bien un factor protector. Hay muchas cosas que no son verdad y que están siendo ventiladas de una manera muy superficial y por eso los papás se asustan, no les dan los fármacos a sus hijos y no hacen una intervención. Por supuesto si el niño no los necesita, no hay que indicarlos, esto no es porque sí, por eso es necesario un buen diagnóstico y una intervención multidisciplinaria.
¿Y dónde apuntan sus esfuerzos para revertir esta situación?
Mucho esfuerzo por difundir. Se ha hecho un gran esfuerzo a través de la universidad y a través de la Sociedad Psiquiatría y Neurología del Niño y del Adolescente, hemos estado atentos a todo lo que sale en la prensa y cada vez que aparece algo que no está de acuerdo a los actuales conocimientos científicos, la Sociedad hace una carta y la manda al medio ofreciendo si ellos quieren conversar con un especialista o entregar la información científica que corresponde. A veces tenemos buenos resultados, pero a veces no nos contestan.
¿Qué se está haciendo actualmente en investigación a nivel nacional?
En el país hay mucha investigación y bastante buena sobre déficit atencional. En este momento está el estudio de la Dra. Flora de la Barra en el que vamos a tener la prevalencia a nivel nacional y además en ciudades, lo que nos va a permitir ver dónde tenemos que intervenir. Están además los estudios a través de neurobiología del déficit atencional con el Dr. Aboitiz en la Universidad Católica que tiene trabajos muy lindos sobre cómo funciona el cerebro de un niño con trastorno por déficit atencional, cómo se va armando y a qué cosas responde, apuntando al aspecto neurobiológica y fisiopatológico. Además hay estudios que ahora estamos haciendo con el grupo del Dr. Aboitiz acá en la Universidad de Chile del déficit atencional en comorbilidad con los trastornos ansiosos, también estamos viendo estudios sobre la construcción de la personalidad de un niño con déficit, cómo estos niños van armando su personalidad, porque en el fondo es eso lo que nos va a dar el factor protector o el factor de riesgo más en el largo plazo.
¿Cómo se proyecta el futuro en este trastorno, hacia dónde va el tema del déficit atencional?
Vamos bien en el sentido de que ha habido un cambio en los papás, quieren darle buenas oportunidades a sus hijos y no se están centrando sólo en lo que se refiere a oportunidades académicas, sino que también están contemplando que los chicos tengan plenitud en su desarrollo. Los papás más jóvenes están en eso, ya está pasando la generación que decía que el niño era flojo y que esto se arreglaba con una cachetada o con un correazo, ahora viene una generación preocupada de que el niño tenga un desarrollo más integral. Lo mismo ocurre en los colegios, no en todos, pero hay que también están tratando de hacer que el niño crezca en una forma más integral y plena.
La ciencia está ayudando mucho a entender bien de qué se trata esto y a lo mejor a través de eso se puede acudir a tratamientos más efectivos, más protectores. Las investigaciones han ido aumentando bastante y eso es bueno, aumentar el conocimiento. Hace tiempo se pensó que el déficit atencional pasaba con la adolescencia, entonces al llegar a esa etapa se suspendía el tratamiento, pero actualmente se ha comprobado que hay un porcentaje que sigue, alrededor de un tercio de los chicos al llegar a la adolescencia remite el déficit atencional, pero hay dos tercios que siguen, en mayor o menor cantidad.