Junto con desarrollar y practicar la medicina en Concepción, el doctor Medardo Urbina cultiva en forma permanente su pasión por las letras y por su natal Chiloé. En entrevista con Ciencia y Salud este destacado profesional conversó sobre cómo las letras acompañan el ejercicio de su profesión y de qué forma llegó a convertirse en un reputado escritor y director de una editorial.
Doctor, cómo surge su interés por la literatura y la narración de historias
Surge en forma espontánea, quizás haya una influencia de algunos escritores que uno ha leído cuando es joven o niño. Yo soy oriundo de Chiloé, que es casi un país diferente de Chile y uno de los sitios donde la gente lee mucho, las bibliotecas son de gran demanda. En Chiloé también existe una filosofía muy humana, hay gran respeto y cariño por las personas, no hay diferencias por ejemplo entre ricos y pobres, altos o bajos, son todos muy hermanables. Esto puede llevarnos a tener una actitud un poco orientada hacia el espíritu del ser humano.
¿Cómo se va relacionando esto con el ejercicio de su profesión?
A través de la profesión médica uno tiene la oportunidad de introducirse en el mundo íntimo de las personas, nuestros pacientes nos cuentan sus preocupaciones, sus conflictos e historias vida y uno se va interiorizando. Puede ser que esto también haya influido en el hecho de querer pasar al papel algunas de las cosas que le han impresionado.
Tiene algún recuerdo de cómo fue su primer trabajo literario
Creo que en alguna ocasión escribí una cosa muy sencilla durante la enseñanza básica quizás, era algo que se me ocurrió rápidamente, un hermano mayor lo leyó y lo encontró muy lindo. Luego cuando tenía 14 años hice una excursión a una zona muy desconocida de Chiloé y en esta excursión casi nos morimos, éramos tres chiquillos de 14 años. En esa ocasión al regresar desarrollé la historia que nos tocó vivir, que fue muy violenta y dramática porque casi perdemos la vida, entonces espontáneamente lo escribí a máquina.
¿Y qué pasó con este escrito?
Luego vino a Chiloé un profesor de la Universidad de Chile a desarrollar distintas investigaciones, él quería saber cómo era la otra parte, aquella desconocida. Resulta que alguien le dijo que había unos jóvenes que habían ido al otro lado y que habían vuelto, hablé con el profesor, le mostré lo que había escrito y le pareció muy interesante, entonces me contrató para colaborar con el departamento que él dirigía. El nombre del profesor era Carlos Munizaga Aguirre, en ese entonces director del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad de Chile.
¿Cuál fue la colaboración que usted desarrolló?
Fui desarrollando lo que él me pedía: entrevistar a personas, indagar sobre cómo y de qué vivían, cómo se trasladaban, etc. Esto me permitió interiorizarme del submundo de las islas de Chiloé.
Cómo se van desarrollando estas dos vertientes de su vida, la literaria y la de profesional de la salud
Sinceramente siempre he tenido el concepto de que el paciente es un ser humano y yo les tengo mucho respeto y cariño aunque sean personas muy sencillas, entonces les dedico tiempo. Detrás de una patología aparentemente orgánica puede esconderse un problema tensional o psicológico importante que es el que puede desencadenar el cuadro clínico. Trato de dar a mis pacientes el mayor tiempo posible y esto no es algo forzado para mí.
Con la vida ajetreada de un médico, ¿cómo lo hace para poder dedicar tiempo a la literatura?
Después de la consulta me dedico a escribir, todos los días reviso mi correo electrónico y mis contactos son del ámbito literario: poetas y escritores de Chile y el extranjero. Tengo una relación bastante cercana con el escritor argentino Roberto Alifano y nos comunicamos con cierta periodicidad para comentar artículos, nos ayudamos en algunas cosas…
Usted además de ser autor tiene su propia editorial, ¿cómo surgió este proyecto?
La editorial surgió también en forma espontánea debido a que en el año 2001 escribí un libro que se llama “La huella del Abtao” y cuando publiqué esta obra en 2003, nos encontramos con la dificultad de saber cómo vender y distribuir el libro. Ahí determinamos que una de las formas más adecuadas era el concepto de la editorial, entonces creamos la editorial que en principio se llamó “Isla Grande”, no solo para publicar los libros míos, sino además trabajos de otras personas. Actualmente la editorial se llama “Okeldan” que es el primer lugar donde mi padre, que era ingeniero de vialidad, construyó un puente en Chiloé.
El tema de Chiloé está bastante presente en estas obras literarias
Siempre es Chiloé, bajo diferentes aspectos. Hemos publicado varios libros, por ejemplo “La Leyenda del capitán”, que es una novela corta de Pedro Rubén Azócar, antropólogo también chilote y a quien le publiqué su primer libro después de que estuvo en Europa y jubiló en el museo de Gotemburgo. Además está “Las puntas del agua”, que es un libro de cuentos del autor chilote José Teiguel, otra obra es “Entre barcos y trenes”, de otro autor chilote que se llama Juan Pedro Miranda y que dice relación con los barcos y trenes que llegaban a Castro en la década de 1950 y 1960. Es un libro muy bonito porque relata el terremoto del año 1960 en Chiloé y tiene fotografías muy interesantes.
Es una producción bastante prolífica
Sí, además hemos publicado la obra “Nada queda atrás”, que es un libro mixto de un fotógrafo norteamericano que se llamaba Milton Rogovin, uno de los más importantes del siglo XX con un galardón entregado por el congreso de Estados Unidos. Las fotos están asociadas con poesía de Carlos Alberto Trujillo que es un autor chilote, profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos y encargado de los cursos de postgrado del área. Otro de los libros es “Lelbun en la memoria”, que es un texto breve sobre un pequeño lugarejo en Chiloé de origen huilliche y que está escrito por uno de sus descendientes, un joven de 20 años estudiante de leyes en la Universidad Católica que escribió la historia de su pueblo.
Usted es autor de un libro que habla sobre la brecha y las diferencias que existen en Chiloé y Chile
“Desertores”, que es de mi autoría, dice relación con el archipiélago de Los Desertores que está en Chiloé y da a conocer el origen del nombre, hay bastante historia allí y se establece por qué los chilotes nunca fueron muy amigos de los chilenos. El único país con el que los chilotes han estado en guerra a punta de cañonazos ha sido Chile, mientras que Chile con el único país con el que ha tenido una cruenta guerra de la Independencia ha sido España. Los soldados que utilizaba España contra Chile venían de Chiloé, que siempre fue muy fiel al rey porque consideraba una traición la idea de independencia.
¿Cómo se fue dando esta situación?
Pese a que en 1818 se expulsó a los españoles del país, no era posible doblegar a los chilotes por las armas y eran el último reducto de España en América. Hubo tres batallas muy cruentas, la de 1820 entre la naciente armada de Chile contra el puerto de Ancud donde estaba la capitanía: la Armada de Chile fue derrotada; la de Mocopulli (1824), en un lugar intermedio entre Dalcahue y Ancud donde los chilotes vencieron y prácticamente destrozaron al ejército chileno: les tendieron una emboscada en los bajos de Mocopulli y los atacaron a las 03 de la mañana, cuando los soldados chilenos -agotados- dormían, hasta que finalmente se produjo la batalla de Pudeto y Bellavista (1826), donde ya se tenía una suerte de acuerdo entre las fuerzas chilenas y realistas.
¿En qué consistió este acuerdo?
La última batalla iba a ser simplemente como una especie de saludo a la bandera. El 10 de enero de 1826 se tenía redactado el tratado de Tantauco y el 14 de enero se concluyó la última batalla y al otro día se firmó el documento donde Chiloé pasaba a ser parte de Chile. Sin embargo nunca fuimos muy amigos de los chilenos. Con posterioridad al tratado de Tantauco, Chiloé quedó absolutamente abandonado por parte de Chile.
¿En qué se tradujo este abandono?
El grado de abandono se notó en que antes, cuando Chiloé pertenecía a España, existía la costumbre de que llegaran cinco barcos procedentes de Europa a desarrollar intercambio comercial con los chilotes, de tal manera que se daba una actividad muy fluida. Cuando se produjo el traspaso a Chile no fue algo muy feliz porque Chiloé quedó completamente abandonado y no existió más la posibilidad de comerciar con Lima o con Europa, entonces los chilotes quedaron en la miseria y migraron al sur de Argentina. No existe mucha simpatía por Chile pero sí con Argentina, donde viven hoy día unos 350.000 chilotes.
Como chilote de tomo y lomo, ¿cree usted que este abandono es una deuda que se mantiene en la actualidad?
Se mantiene la deuda. Usted lo ha visto por ejemplo cuando se trata de construir el puente y la gente hace una manifestación, cuando se levantan banderas españolas porque el país de Chile no ha cumplido –entre otras- con la promesa de levantar un puente sobre el canal de Chacao, pero ya ve usted… existe cierto sentimiento de rencor que aún subsiste a pesar de los años transcurridos.