La mayoría de las personas conoce a alguien que presenta asma. La Global Initiative for Asthma (GINA) calcula que actualmente hay más de 300 millones de personas en el mundo que padecen de asma, enfermedad que está presente en todos los países, independiente de su nivel de desarrollo. En Chile aún no tenemos cifras propias, pero se estima que la prevalencia es similar a lo reportado en datos extranjeros.
Si bien, muchos han escuchado acerca del asma, no necesariamente conocen lo que implica esta patología. El asma es una enfermedad respiratoria crónica que produce inflamación en los bronquios a partir de ciertas condiciones; aún se desconoce su origen puntual pero se sabe que no es solo una enfermedad alérgica o atópica. Existen diferentes fenotipos de pacientes asmáticos, según sus características clínicas y de laboratorio, generalmente relacionados con la interacción entre la persona (genética, estilo de vida) y la exposición al medio ambiente.
Una predisposición genética y una serie de factores medioambientales entre los que se encuentran: alérgenos, contaminantes e irritantes respiratorios, infecciones respiratorias (principalmente virus) interaccionan con el sistema inmune desencadenando una respuesta inflamatoria crónica. De acuerdo a un estudio publicado en el European Respiratory Journal, la exposición a la contaminación ambiental aumenta considerablemente el riesgo de generar síntomas, ataques y hospitalizaciones derivados del asma.
Esta combinación de factores hace que se liberen una serie de proteínas (citoquinas) que estimulan a ciertos tipos de células generando un fenómeno inflamatorio crónico que lleva en última instancia al estrechamiento de la vía aérea y la aparición de los síntomas típicos del asma como: tos, sensación de ahogo y silbidos en el pecho. En un 50 a 70% de los casos el mecanismo subyacente es la inflamación de tipo 2, orquestada por una serie de citoquinas entre las que se encuentran la IL-4, IL-5 y la IL-13.
Según GINA los objetivos a largo plazo del tratamiento del asma son alcanzar un buen control de los síntomas y disminuir la mortalidad asociada a la misma, las exacerbaciones, la limitación crónica del flujo aéreo y los eventos adversos del tratamiento.
La Sociedad Chilena de Enfermedades Respiratorias estima que en nuestro país entre el 7% y 10% de la población tiene asma. No obstante, este porcentaje podría ser mayor pues es posible que las personas no vinculen sus síntomas con esta patología. Si una persona no trata esta enfermedad, podría generar daños en su sistema respiratorio que condicionarían un gran deterioro en su calidad de vida.
La OMS proyecta que las muertes por asma aumentarán en los próximos 10 años si no se toman medidas urgentes. De hecho, actualmente la misma entidad señala que más del 80% de los fallecimientos por asma tienen lugar en naciones con ingresos bajos o medios-bajo. Es por eso, que la educación y el acceso a un diagnóstico y tratamientos adecuados resultan importantes para el control de esta enfermedad que actualmente no tiene cura.
Los pacientes que padecen asma severa y que no logran controlar su enfermedad con las terapias habituales más corticoides inhalados u orales, recurren a terapias biológicas, que han demostrado alta efectividad y seguridad. Estos tratamientos son costosos y en Chile no cuentan con cobertura en sistemas como GES o Ley Ricarte Soto, generando un desafío para los médicos tratantes y los pacientes. En cambio, el asma bronquial leve a moderada está incluida dentro del sistema GES, cubriendo la medicación y los tratamientos y permitiendo a los pacientes lograr un mejor control de su enfermedad y una mejor calidad de vida.