El mes de junio marcó el cuadragésimo aniversario del primer informe científico que describió la neumonía por pneumocystis, después conocida como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Más de 32 millones de personas han muerto en todo el mundo debido al SIDA y otros 38 millones conviven con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que causa la enfermedad, según informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En Chile, el Ministerio de Salud confirmó que existen 71.000 casos (un aumento de 82% desde el 2010), lo que deja al país como líder en el continente con una incidencia de 7%, siendo los jóvenes entre 15 y 25 años, quienes más han aumentado en contagios
“En los últimos 40 años del VIH, la epidemia ha dado una visión profunda del efecto social, científico, médico y socioeconómico de la enfermedad sobre comunidades y países. El primer informe fue hace cuarenta años”, comenta la Dra. Stacey Rizza, médica de enfermedades infecciosas e investigadora sobre el VIH de Mayo Clinic.
El VIH es una infección de transmisión sexual que se contagia a través del contacto con sangre, semen o líquidos vaginales infectados. El virus también puede transmitirse por compartir agujas y jeringas para inyección de fármacos, así como de madre a hijo, aunque es menos frecuente. La Dra. Rizza explica a continuación qué se ha descubierto con los estudios y por qué el SIDA es una enfermedad difícil de curar.
¿Qué se ha descubierto en los estudios?
Gracias a una ciencia verdaderamente dedicada e innovadora, la comunidad científica descubrió en cuestión de pocos años que el SIDA se debía al VIH. Luego, llevó unos años más descubrir cómo hacer pruebas para el virus y varios años después, la comunidad científica pudo cuantificar cuánto virus había en la sangre de una persona. Durante todo ese tiempo, aquellas investigaciones realmente innovadoras sobre la reproducción del virus y la respuesta del sistema inmunitario permitieron a las compañías biofarmacéuticas desarrollar lo que se conoce como medicamentos antirretrovirales que ralentizan la reproducción viral.
¿Cuál ha sido la evolución de los medicamentos para tratar el VIH?
En 1987, se autorizó el primer fármaco para el VIH, que fue el AZT (ahora conocido como zidovudina). En ese entonces, fue el fármaco que más rápidamente obtuvo la autorización de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos y, por lo tanto, fue también el que inició el mecanismo de aprobación por vía acelerada en esa institución.
A principios de la década los años 90, se autorizaron muchos otros fármacos del mismo tipo. A fines de 1995 o principios de 1996, se autorizó el primer inhibidor de la proteasa del VIH. En ese momento, fue posible combinar tres medicamentos diferentes y de dos tipos distintos para suprimir completamente la reproducción del VIH.
En los últimos 20 años, se ha pasado de la administración de varios medicamentos con muchos efectos secundarios a que varios pacientes con VIH tomen una sola pastilla. Es una formulación combinada de medicamentos en una sola pastilla diaria que se tolera bastante bien y suprime por completo al virus, pero no lo elimina y si los pacientes dejan de tomarla, el virus vuelve a la carga. Actualmente, se puede contar con los dedos de una mano a las personas que en el mundo han pasado a lo que se conoce como curación funcional del VIH; es decir, que atravesaron por algunos protocolos investigativos que eliminaron el reservorio de VIH en sus cuerpos.
Los nuevos fármacos surten tanto efecto en las personas con supresión total del virus que solamente se necesitan dos medicamentos para mantener el tratamiento y controlado al VIH. Los nuevos estudios investigan maneras diferentes de administrar los medicamentos, como a través de inyecciones durante varios meses o, quizás algún día, hasta con un mecanismo implantable que administre el medicamento para que la gente no tenga que tomar una pastilla diaria. Es muy emocionante ver avanzar en esa dirección a la terapia contra el VIH.
¿Por qué no existe cura para el VIH?
La razón para la dificultad de curar el VIH es que una vez que el virus infecta el cuerpo de alguien, se integra al genoma del huésped en varios tipos de células. Luego, esas células se esconden en cualquier tejido linfoide, como los ganglios linfáticos, el hígado y el bazo. Permanecen allí, en lo que se conoce como estado latente o escondido, siempre y cuando la persona reciba la terapia contra el VIH. Cada vez que el virus sale de una célula, la terapia contra el VIH se encarga de él; pero si la persona infectada suspende la terapia contra el VIH, el virus latente vuelve a atacar. Para curar el VIH, hay que eliminar esos virus escondidos en las células o reservorio viral, que es el término médico. Hay muchas maneras de abordar la eliminación del reservorio.
¿En qué punto están los estudios ahora?
Una de las maneras más populares investigadas es lo que se conoce como «preparar, provocar un estado de choque y eliminar», «patear y eliminar» u otros nombres, y consiste básicamente en administrar medicamentos que primero despiertan al virus de su estado de latencia y luego encuentran maneras de volver susceptibles a la muerte a las células que lo contienen. Cuando el virus se despierta y la célula ya es susceptible a morir, se elimina a sí misma, pero no mata a otras células del cuerpo.
Básicamente, apunta solo contra las células infectadas con el VIH y las elimina, sin hacer daño a nada más. Esta novedosa ciencia es fascinante y cada vez está más cerca de entender cómo hacerlo eficazmente. Además, si esto se lograra con medicamentos orales en vez de terapias elaboradas, como la terapia genética o el trasplante de médula ósea, se lo podría llevar a todo el mundo para que, de esa manera, llegara a millones de personas. En ello se encuentran los estudios: en ver cómo despertar a esas células, hacerlas sensibles a morir y cómo apuntar solamente contra la célula infectada por el VIH.
¿Habrá una vacuna contra el VIH?
Ha sido muy difícil desarrollar una vacuna contra el VIH. En el mundo de los virus, las vacunas encajan en tres categorías: una es la que responde a anticuerpos inducidos por la vacuna, y esas vacunas son magníficas, como es el caso de la poliomielitis, las paperas y, afortunadamente, el SARS-CoV-2; la segunda categoría es de vacunas similares a las de la gripe, que tienen una eficacia de alrededor del 60 por ciento, pero que pese a salvar vidas y marcar una diferencia, no son perfectas; finalmente, la tercera categoría es la que realmente agrupa a la amplia mayoría de las vacunas que infectan a los humanos.
El VIH está dentro de esa categoría, en la que la sola producción de anticuerpos contra el virus no es suficiente para prevenir la infección, sino que se necesita ingeniería sofisticada para inducir efectos en las células T, un efecto innato y un efecto de anticuerpos. Incluso entonces, a veces, puede ser muy difícil decidir a qué parte del virus apuntar y aunque hayan transcurrido décadas y se haya invertido miles de millones de dólares en estudios, todavía no llegamos a ese punto con el VIH. Se ha recurrido a muchos métodos para alcanzar este tipo de ciencia, pero muchos mecanismos científicos diferentes de administración y muchas áreas distintas del virus y del sistema inmunitario hacia las que se apunta todavía no han podido, hasta ahora, surtir efecto para prevenir la infección por VIH.
¿Qué debería suceder ahora?
Aún es preciso reducir la cantidad de gente infectada, a través de buenas medidas de salud pública e instrucción adecuada para detener la epidemia del VIH, y todavía muchas personas infectadas deben recibir la terapia.
Sabemos que las medidas de la salud pública pueden lograrlo, pero también debemos descubrir cómo eliminar ese reservorio y hacer que la gente se cure del virus de una forma simple y eficaz para que sea factible curar a más personas. El último obstáculo que debemos superar es el desarrollo de una vacuna eficaz. Aún no hay una vacuna capaz de prevenir la infección, o sea, una vacuna preventiva, ni una vacuna terapéutica que permita controlar la infección en quienes ya tienen el virus. Se ha investigado enormemente, pero todavía falta.