La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (AISP), define el dolor como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, relacionada a una lesión tisular actual o potencial”. Si bien, los expertos sostienen que cada paciente aprender qué es el dolor a través de su experiencia, en el campo de la medicina los especialistas hablan del dolor agudo, aquel leve que puede presentarse en una zona del cuerpo y por un periodo de tiempo y del dolor crónico, que tiende a prolongarse por más tiempo.
Recientemente, el dolor crónico fue calificado como enfermedad según la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) que comenzó a regir en 2020, clasificando el dolor crónico primario y síndromes de dolor crónico secundario.
En Chile, se estima que el 32% de la población padece de dolor crónico, representando un 85% dolor moderado o severo y un 65% dolor osteomuscular (lumbago y artrosis). Esta enfermedad tiene un impacto en la calidad de vida de las personas, teniendo una mayor prevalencia en el grupo etario con mayor actividad laboral entre 50 y 64 años.
Las directoras de la Asociación Chilena para el Estudio del Dolor (ACHED), Dra. María Lorena Oyanadel y Dra. Delia Ruiz sostienen que en el país el “dolor crónico no oncológico está inserto en un mundo de desinformación, principalmente al no ser considerado como una enfermedad por gran parte de la ciudadanía y autoridades”.
Según cifras del Ministerio de Salud, al 31 de marzo de 2021, más de 47 mil personas tenían una Garantía de Oportunidad GES retrasada. Entre las patologías, la segunda en liderar la lista es del área traumatológica, que está asociada al dolor crónico no oncológico.
Para las especialistas, esto “presentar un desafío de gran envergadura para la cobertura GES respecto a la enfermedad, también lo simboliza para el sistema productivo del país, impulsando la necesidad de la implementación de nuevas políticas públicas”.
Tres de cada 10 personas en el país presentan dolor crónico y esta cifra podría ir en aumento posterior a la pandemia por Covid-19. Además, las cuarentenas han provocado que muchos pacientes no reciban controles ni evaluación respecto a su condición, lo que también podría impactar en las complicaciones de esta enfermedad.
“Si bien, como especialistas, hemos propiciado los controles y la mantención de las terapias farmacológicas de nuestros pacientes -por medio de la telemedicina- es un hecho que a raíz de la crisis sanitaria debimos dar prioridad a la atención presencial de los cuadros agudos y de crisis de dolor”, argumentan las directoras de ACHED.
Se espera que, ante las mejoras sanitarias y el retorno de los controles médicos y cirugías, las proyecciones sobre el dolor crónico puedan mejorar. Sin embargo, es importante que esta enfermedad tome “un carácter prioritario por la sociedad civil y las autoridades pertinentes, para no vernos enfrentados a lo que podría convertirse en una segunda pandemia”.