El ejercicio físico es parte esencial de los programas de rehabilitación respiratoria, los que son claves para la recuperación física-social-emocional de pacientes críticos dados de alta por COVID-19. La evidencia científica ha estado demostrando los efectos positivos de estos programas sobre las consecuencias clínicas de pacientes con daño respiratorio moderado a severo por la infección SARS-CoV-2.
Pese a ello, el académico de la carrera de Kinesiología UC, Felipe Contreras, sostiene que aún hacen falta más estudios que informen respecto a la variabilidad de respuestas en relación a cuadros clínicos con diferentes característica; y, sobre todo, aún faltan datos sobre la población chilena, que permitan conocer el real impacto que tiene la recuperación funcional de cada paciente.
La evidencia da cuenta que aproximadamente el 20% de los casos diagnosticados requieren hospitalización debido a la severidad de los síntomas, teniendo un tiempo estimado de 14 días de hospitalización. De este número de pacientes, entre el 17-35% requiere soporte en unidades de cuidados críticos, principalmente por insuficiencia respiratoria hipoxémica, lo que implica una estadía hospitalaria prolongada, donde además de los daños inherentes a la infección por el SARS-CoV-2, se pueden sumar consecuencias derivadas del reposo en cama, y el síndrome de polineuromiopatía de la enfermedad crítica (10-30% de prevalencia).
Desde el punto de vista molecular, uno de los factores que se asocian a la progresión, la gravedad y las secuelas del COVID-19, es el daño tisular asociado al estrés oxidativo producto de la sobreproducción de especies reactivas y la baja cantidad de antioxidantes asociado a la infección viral.
Para aquellos pacientes que superaron la enfermedad, la evidencia científica reporta diferencias en las características con respecto a quienes desarrollaron falla respiratoria severa durante la hospitalización. Felipe Contreras, académico de la carrera de Kinesiología UC, especialista en Kinesiología Respiratoria DENAKE y doctor en Biomedicina de la Universidad de Barcelona, indica que “la evidencia actual que informa de los síntomas, signos y las secuelas funcionales en los pacientes más graves recuperados de COVID-19, confirma una disminución de la capacidad pulmonar total y de la difusión pulmonar, miocarditis, hipertensión arterial, arritmias, debilidad de los músculos respiratorios y locomotores, y síndrome de miopatía por enfermedad crítica”.
A su vez, el especialista informa que los síntomas con mayor prevalencia del denominado Covid prolongado, son la fatiga y la debilidad muscular (63-81%), la disnea (60%), la mialgia o dolor corporal (50%), los trastornos del sueño (27%) y la ansiedad (23-32%). “Todos estos factores repercuten en la capacidad aeróbica y en la tolerancia al esfuerzo, consecuencias físicas que disminuyen la independencia funcional y la calidad de vida relacionada a la salud”, precisa Contreras.
El seguimiento a las 6 semanas del alta hospitalaria en 33 pacientes informó de fatiga (45%), disnea (33%), tos (33%); también baja tolerancia al esfuerzo físico, demostrado en una menor distancia recorrida en el prueba de caminata de 6 minutos (-118m del valor predicho), esta prueba es muy utilizada en los centros clínicos pues se asocia a la capacidad máxima de oxígeno, el cual es un predictor de sobrevida independiente de los factores de riesgo presentes en la población.
En un seguimiento de mayor tiempo realizado a los 6 meses del alta a 1733 pacientes, se encontraron hallazgos similares (fatiga y debilidad muscular, dificultades para dormir y ansiedad), y restablecimiento de las alteraciones ventilatorias restrictivas; a pesar de ello, el 23% alcanzó una distancia en la prueba de caminata de 6 minutos inferior al límite del rango normal. Para el especialista, de esta información se deduce que la capacidad de ejercicio sigue disminuida a pesar de la mejora de la función pulmonar, lo que sugiere que hay factores extrapulmonares implicados en las alteraciones físicas de los pacientes recuperados de COVID-19 que pueden ser recuperados en los programas de rehabilitación respiratoria. En este sentido, Felipe sostiene que: “los programas de rehabilitación respiratoria (RR), con el ejercicio como piedra angular, tienen un rol fundamental en el restablecimiento de la independencia funcional para permitir una pronta reinserción social”.
Para el académico UC, sin duda se requieren nuevos estudios para evaluar el impacto del entrenamiento físico en pacientes recuperados de COVID-19, además, de explorar el seguimiento clínico con la finalidad de conocer cuáles consecuencias al alta son recuperables con el ejercicio físico. Por otra parte, también es necesario evaluar el efecto del entrenamiento respiratorio sobre la capacidad funcional, dada la alta prevalencia de debilidad y fatiga respiratoria manifestada por los pacientes más afectados por la infección de SARS-CoV-2.
Lo anterior no solo es relevante conocerlo desde estudios internacionales, pues también debe existir información de los centros nacionales de rehabilitación respiratoria, aspecto que contribuirán a identificar los fenotipo(s) de la población chilena, ayudando así a mejorar la efectividad de las intervenciones terapéuticas locales.