El término «neuromito» es atribuido a Alan Crockard, que lo acuño en la década de 1980 para referirse a las ideas no científicas sobre el cerebro en la cultura médica. Actualmente se utiliza para denominar un concepto erróneo generado por un malentendido, una lectura o cita errónea de hechos científicamente establecidos y aplicados en otros contextos del saber, como la educación.
Las tecnologías de neuroimagen como la tomografía computarizada (TC), la tomografía por emisión de positrones (PET), la imagen por resonancia magnética (IRM), entre otras, han permitido profundizar en el funcionamiento del cerebro. Por ejemplo, estas tecnologías permiten constatar que incluso cuando dormimos nuestro cerebro se encuentra activo.
Entonces, ¿por qué seguimos creyendo que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro? Durante décadas los educadores del todo el mundo han creído en éste y otra serie de mitos que les han permitido justificar ciertas prácticas poco eficaces de enseñanza o métodos no evaluados científicamente.
Muchos neuromitos en realidad son distorsiones sesgadas de hechos científicos, factores como la cultura, el idioma y el uso fuera de contexto de la terminología científica han contribuido a la brecha entre neurociencia y educación.
“Que algunas partes de nuestro cerebro pueden estar más activas en un momento dado o durante una actividad en particular no significa que otras no se utilicen o que sean innecesarias, de igual forma no utilizamos todos nuestros músculos a la vez” la Dra. Vania Figueroa, coordinadora de vinculación de ciencias aplicadas del Centro de Comunicación de las Ciencias de la Universidad Autónoma de Chile.
No tendría sentido evolutivo desarrollar un órgano de alto consumo energético para tan solo usar el 10%, además no utilizar el 90% implicaría que esas neuronas que no se usan pronto se atrofiarían y morirían.
Otros mitos como la supuesta relación entre el tamaño del cerebro y la inteligencia impactan negativamente en ámbitos como la educación, la salud o la igualdad de género. Las mujeres tienen en promedio cerebros ligeramente más pequeños que los hombres, pero esto no tiene ninguna relación con sus capacidades cognitivas, “a pesar de los constantes esfuerzos por desmentirlos, son ideas que aún tienen una alta prevalencia en las aulas” complementa la Dra. Figueroa.
Para la especialista, el neuromito que sin duda más daño ha causado es el creer que hay diferencias según el género sosteniendo expectativas, prejuicios y estereotipos que pueden segregar tempranamente las oportunidades para hombres y mujeres, las que profundizan la desigualdad.
“Que las mujeres estarían supuestamente dotadas de una capacidad innata de realizar múltiples tareas ha normalizado una doble jornada laboral para ellas, con graves consecuencias para su salud física y mental”, indica la científica.
Y agrega que “la creencia en que los hombres utilizarían más el hemisferio cerebral izquierdo donde radicarían las habilidades analíticas, lógicas y racionales ha sustentado la falsa idea de que tendrían mayores capacidades para ciertas profesiones, como las ciencias o para ejercer posiciones de liderazgo, como en la política”.
Circulan muchas historias asombrosas sobre nuestras capacidades cerebrales, algunas son ciertas, muchas son falsas. “Somos particularmente sensibles a caer en la trampa de los mitos cerebrales y se requiere tomar conciencia de su impacto en la sociedad”, puntualiza.
“No podemos prescindir de ninguna región del cerebro todas cumplen una función. El mito de que usamos solo el 10% no tiene base científica, es una creencia plasmada en un buen éxito de taquilla, a la vez que un duro golpe para la comprensión popular de la ciencia del cerebro, afectada por éste y otros de los denominados neuromitos”, concluye la neurocientífica.