¿Cómo evalúan las personas los riesgos durante la pandemia por Covid-19?

El ser humano está constantemente expuesto a riesgos. Algunos son más latentes que otros. Por ejemplo, según las estadísticas es mucho más probable sufrir un accidente en el transporte público que en un vuelo en avión. Sin embargo, el segundo suele tener una percepción de riesgo mucho mayor. Las situaciones de incertidumbre suelen hacer más latente el riesgo, como lo es el caso de la pandemia por Covid-19.

Desde el inicio, autoridades de gobierno e internacionales, científicos y médicos han hecho hincapié sobre las medidas que la ciudadanía debe adoptar para evitar el contagio por el virus del SARS-CoV-2. Sin embargo, en ocasiones la comunicación de riesgo ha fallado y no todas las personas han percibido el riesgo como tal. En el último tiempo ha crecido el grupo de personas que por distintas razones se han resistido a adoptar parte de las recomendaciones.

Evaluar los riesgos de la pandemia pasa por una acción individual, pese a su repercusión social.  Según la información que reciban o seleccionen, cada persona llega a sus propias conclusiones sobre qué acciones tomar o qué variables considerar según la circunstancia a la que se enfrenten. Si bien, Chile cuenta con positivos indicadores en los últimos meses, las variantes Delta y Lambda amenazan con retrasar la reanudación de ciertas actividades sociales, lo que lleva a que las personas tendrán que seguir afrontando nuevos riesgos, decidiendo cómo responder a ellos y qué evitar.

Aquí se produce la disyuntiva respecto a las decisiones que adoptan las personas según los riesgos que perciben de la pandemia. «No es solo que la gente perciba el riesgo de manera diferente, sino que cada persona reaccionará de manera diferente ante un peligro y otro», afirma Paul Slovic, psicólogo y fundador del Instituto de Estudios Científicos de Decisión, una organización sin ánimo de lucro de Oregón (EE. UU.).

Esta decisión significa un desafío cognitivo para las personas, quienes están alerta respecto a la evolución de la pandemia y cómo la enfrentan desde su realidad. «Esto es algo incierto, no se ha terminado todavía, se basa en nuestro mejor cálculo, que cambia a medida que cambian las condiciones. Eso es muy difícil», afirma Valerie Reyna, codirectora del Centro de Economía del Comportamiento y Estudio de las Decisiones de la Universidad de Cornell (Nueva York, EE. UU.).

La intuición para enfrentar los riesgos

Desde la ciencia, se cree que el ser humano tiene dos vías para evaluar los riesgos y tomar decisiones: de manera instintiva y de manera intuitiva. «La mayoría del tiempo, respondemos de manera experimental (instintiva)», explica Slovic, aunque advierte que las personas suelen usar ambos tipos de pensamientos.

El pensamiento instintivo no es malo, puesto que el modo de pensamiento analítico es más tedioso y consume más tiempo, dado que se centra en el «razonamiento, matemáticas y análisis coste-beneficio», comenta Slovic. Esa manera de pensar es «importante y potente, pero también difícil». Por eso, las personas tienden a evaluar los riesgos de manera rápida, en especial en situaciones complejas que requieren de un accionar rápido.

“Si alguna vez has intentado sacar la raíz cuadrada de 285, sabes cómo te sientes al racionalizar», explica Ralf Schmälzle, neurocientífico de la comunicación de la Universidad Michigan State (EE. UU). La racionalización «consume muchos recursos de nuestra memoria operativa», mientras que la intuición permite a las personas llegar a la respuesta instantáneamente.  De esta forma, usando la intuición «gestionamos, sobrevivimos y llegamos al final del año o al final de las dos próximas décadas», explica Slovic.

En 2013, Schmälzle estudió la percepción de los riesgos que tenía la gente ante otra amenaza vírica: la pandemia de H1N1, más conocida como gripe porcina. Junto con unos colegas de la Universidad de Constanza (Alemania), preguntó a unas 130 personas una serie de preguntas relacionadas con la evaluación de riesgos y dividió a los participantes en dos grupos: los que veían el H1N1 como un riesgo y los que no.

Los participantes después veían un documental basado en datos sobre la gripe porcina mientras Schmälzle escaneaba su actividad cerebral midiéndola con imágenes de resonancia magnética. El equipo encontró que el cortex del cíngulo anterior – la parte del cerebro que se suele asociar con el proceso de amenazas – se disparaba de manera sincronizada en los que ya veían el H1N1 como un riesgo. «La gente está notando algún tipo de señal de alarma intuitiva» derivada de las emociones, explica.

Experiencias y motivaciones

La teoría de que las personas usamos el llamado sistema dual para el análisis de riesgos es «una teoría muy buena que apoyan muchos datos», afirma Reyna, aunque advierte que esta teoría deja de lado muchos factores que influyen en la toma de decisiones.

Uno de estos factores es el prejuicio optimista, donde el individuo siente que está a salvo de posibles consecuencias. «Reconocemos que las cosas le pueden pasar a las personas, pero creemos que somos especiales. Pensamos que tenemos menos probabilidades de vivir las consecuencias negativas», Marie Helweg-Larsen, psicóloga social del Dickinson College (Carlisle; EE. UU).

Por ejemplo, los fumadores saben que el tabaco es perjudicial para su salud, pero algunos pueden pensar que el riesgo de contraer cáncer de pulmón es menor que el de otros fumadores. “Creen que, si comen más verduras, si aspiran menos del cigarro, si fuman tabaco más sano, pueden evitar las consecuencias negativas de fumar” explica la experta, aunque «comer más verdura no implica que no vayas a tener cáncer de pulmón».

El mismo prejuicio optimista puede ser clave en como las personas perciben el riesgo de Covid-19. Las personas que se han negado a llevar la mascarilla o de vacunarse posiblemente entiendan que es posible que se contagien e incluso mueran por la enfermedad, pero también piensan que su riesgo personal es inferior al de otros.

Este fenómeno los psicólogos lo llaman ‘cognición motivada’, que significa que “llegamos a las conclusiones que deseamos porque conllevan los resultados que nos gustarían», afirma Helweg-Larsen. El optimismo puede ser útil, para minimizar ciertos riesgos diarios como sufrir un accidente o ser víctima de un asalto. «Sería muy difícil vivir nuestro día a día si temiéramos los riesgos posibles pero menores», añade.

En la evaluación de riesgos también entran las motivaciones que mueven a las personas a la hora de evaluar los riesgos, como la sensación de control sobre una situación o circunstancia que ayuda a disminuir la incertidumbre. Por ejemplo, el creer que, por tener una buena salud, la probabilidad de enfermar grave por Covid-19 es mínima, por tal, el contagio no tendría un gran impacto.

De esta forma, la percepción de riesgo puede verse influenciada por las experiencias directas o cercanas que han tenido las personas por la infección de Covid-19. Un nuevo estudio de la Universidad de Alabama (EE. UU) demuestra que la gente que se contagió con COVID-19 y se recuperó está menos predispuesta a apoyar medidas preventivas como llevar mascarilla o mantener la distancia social. En cambio, aquellos que tienen un amigo o familiar que ha contraído la enfermedad son más favorables a las medidas preventivas.

Wanyun Shao, coautor del estudio y profesor de geografía en la misma universidad, sospecha «que escuchar ‘historias de terror’ de otros provoca preocupación, mientras que una experiencia directa con el COVID-19 puede reducir el temor como si el suspense se hubiera pasado».

Toma de decisiones sobre el riego del Covid-19

Si bien, en un principio el escenario de incertidumbre a nivel mundial podía complicar la evaluación de riesgo y los mecanismo preventivos, hoy la comunidad científica y los gobiernos poseen mayor información para transmitir a las personas.

En esta línea, los científicos coinciden en que un criterio importante para tomar decisiones es seguir los descubrimientos científicos a través de fuentes creíbles. «Si eres una persona que asegura que debemos confiar en la ciencia, intentar quedarte con ese concepto», dice Helweg-Larsen.

Por su parte, Slovic recomienda que las personas dediquen tiempo a reflexionar sobre la información que las personas reciben para tomar mejores decisiones. «Es inteligente no reaccionar de manera inmediata, sino pararse y reflexionar sobre la información que estamos escuchando».

Respecto a las personas que se resisten a la vacunación, Helweg-Larson sostiene que psicológicamente, es mejor darle a la gente libertad para decidir, pero limitando las opciones. «Estamos dispuestos a limitar y restringir las elecciones de la gente cuando nuestro comportamiento daña a otros. Por eso incentivamos dejar de fumar y limitamos y restringimos dónde puedes fumar, pero no prohibimos fumar». En el caso del Covid-19, la elección podría ser vacunarse o «aguantar los inconvenientes de llevar mascarilla y hacerse pruebas de manera regular», concluye.

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