La fruta es un alimento que los especialistas recomiendan que esté en la dieta de cada persona. Entre sus propiedades de nutrición, también se caracteriza por su dulzor, el que se debe a la fructosa que contienen estos alimentos. Al tener fructosa, que es un tipo de azúcar, también contiene glucosa, aunque en mucha menor cantidad que el azúcar procesada.
Juan Carlos Laguna Egea, Catedrático de Farmacología de la Universitat de Barcelona y Marta Alegret Jorda, investigadora en el Departamento de Farmacología y Química Terapéutica de la Universitat de Barcelona, sostienen que la “la fructosa es, además, junto a la glucosa, un integrante del azúcar blanco (o de mesa) y del jarabe de maíz”, los cuales son utilizados para un sinfín de alimentos y bebestibles.
Un problema de consumir alimentos procesados altos en azúcar es que estos están asociados a la mayor incidencia de enfermedades metabólicas, como la obesidad, la diabetes, el hígado graso y los lípidos en sangre.
Al consumir una gran cantidad de alimentos con azúcar añadida, se acumulan calorías en el cuerpo si no se queman de forma adecuada. Esta se acumula en forma de grasa en el organismo y promueven el desarrollo de enfermedades metabólicas como las descritas anteriormente. Sin embargo, el consumo de estos alimentos va en aumento y, en consecuencia, aumentan los diagnósticos de estas enfermedades.
Sobre el consumo de frutas, “la fructosa se transforma en grasa con una gran facilidad en el hígado”, sostienen los especialistas, por lo mismo, su consumo debe ser moderado para evitar enfermedades, considerando cinco porciones diarias. En este sentido, la fructosa, en exceso, tiene un mayor potencial para alterar el metabolismo y facilitar la aparición de enfermedades metabólicas que el resto de las azúcares.
Consumo de fructosa y enfermedades metabólicas
La fructosa es consumida por el organismo de forma distinta a la azúcar añadida. Gracias a la cáscara, que contiene componentes como la fibra, minerales y vitaminas, entre otros, se puede procesar la fibra de forma más lenta. Esto se produce gracias al masticar adecuadamente el alimento, mezclando sus diversos componentes, entre ellos la abundante fibra, con nuestra saliva y los jugos digestivos.
De esta forma, las células intestinales consumen una gran mayoría de la fructosa que absorben, de forma que muy poca cantidad de esta llega por la sangre al hígado para ser transformada en grasa.
Distinto es el caso del azúcar añadida. Inundamos nuestro tubo digestivo de fructosa, disuelta en agua, que es absorbida rápidamente por las células intestinales, pero hasta el punto de desbordarlas. Entonces llega al hígado, donde se transforma en grasa.
El hígado se encarga de repartir este exceso de grasa en todo nuestro organismo. Si esto sucede de forma aislada, no tiene mayor importancia. Pero si consumimos esos alimentos de forma abundante y frecuente, a la larga tendremos problemas de salud. El exceso de grasa depositada en nuestro organismo nos podría producir obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, etc.
Con el tiempo, los trastornos del metabolismo aumentarán el riesgo de que padezcamos un infarto o, incluso, un proceso canceroso. Por ejemplo, recientemente se ha publicado un estudio en el que se asocia una mayor incidencia de cáncer cuanto mayor es el consumo de azúcares.
Pero ¡atentos!, esta asociación solo se da con el consumo de azúcares en forma líquida, no en forma sólida. Además, cuando se estudia específicamente la asociación entre la aparición de cáncer y el consumo de zumos de frutas, esta también es positiva, se incrementa la incidencia de cáncer a mayor consumo de zumos de frutas.
El azúcar de la fruta ¿es bueno o es malo?
El consumo de fruta como tal en nuestra dieta es saludable. Eso implica que la mordemos, la masticamos, la mezclamos con el resto de los alimentos para facilitar su digestión. De esta forma, los componentes de la fruta, y entre ellos la fructosa, se incorporan lentamente a nuestro organismo.
Cuando tomamos un zumo de fruta, incluso si es natural, las cosas cambian. Tomamos mucha más cantidad de fruta que si la tuviéramos que pelar, morder y masticar. Además, como no tomamos la fructosa en su envoltorio natural, esta se absorbe de golpe, rápidamente, llega al hígado. Una recomendación para tomar zumo es no eliminar la pulpa, ya que esta “favorece que el azúcar de la fruta se incorpore lentamente a nuestro cuerpo, de forma más similar a lo que sucede cuando comemos directamente la fruta”, puntualizan los especialistas.