Uno de los problemas de mayor envergadura a nivel mundial en general es el de la alimentación no saludable. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 44,9% de hombres de más de 18 años y el 30,6% de mujeres padecen sobrepeso. En Chile el 74,2% de la población adulta en Chile tiene obesidad o sobrepeso, según datos de la OCDE. En la misma línea, la población infantil chilena presenta un 25,4% de obesidad o sobrepeso, mientras que problemas de malnutrición llega a un 54,1% para 2020, según el Mapa Nutricional 2020 de Junaeb.
Un equipo internacional de científicos, liderado por la Universidad de Granada (UGR), ha analizado cómo responde nuestro cerebro ante mensajes que promueven un consumo saludable, demostrando que las reacciones de nuestro cerebro ante estos mensajes pueden predecir mejoras en los hábitos de alimentación.
Ante esta problemática, el grupo de investigación SEJ-625 “Marketing y Cambio Social” de la Universidad de Granada, España, está analizando en los últimos años la utilidad de diversas tipologías de campañas de comunicación saludable para modificar comportamientos y dirigirlos hacia hábitos de alimentación saludables.
En su último estudio, liderado por los profesores del departamento de Comercialización e Investigación de Mercados Luis Alberto Casado Aranda y Juan Sánchez Fernández, se ha evaluado cómo el cerebro reacciona ante dos tipos de mensajes saludables muy habituales: no personalizados y personalizados.
Los mensajes no personalizados (por ejemplo: “Alguien de confianza puede proporcionarnos apoyo una vez hayamos empezado con hábitos de alimentación saludable” o la tradicional pirámide alimentaria) están diseñados para llegar a un público amplio y comunicar información útil para consumidores en general. Los mensajes personalizados, en cambio, están basados en las creencias, conocimientos, actitudes, el peso, estatura o comportamiento actual del consumidor en relación a la alimentación (por ejemplo: “Pepe, tu amiga Juana podría ayudarte a mejorar tu dieta y hacer más actividad física a la semana” o los mensajes de los dispositivos de registro de actividad).
Estudio con sujetos con hábitos poco saludables
Concretamente, los investigadores de la UGR, junto con colegas de la Tiilbug University (Holanda), reclutaron a 30 participantes con hábitos de alimentación poco saludables y grabaron su cerebro mientras que permanecieron en un escáner cerebral y leían mensajes personalizados (teniendo en cuenta las características de cada participante) y no personalizados. Posteriormente a las pruebas, y durante un mes, recibieron una intervención especializada basada en mensajes y explicaciones sobre cómo mejorar sus hábitos de alimentación. Tras el mes de intervención, se les preguntó de nuevo cuáles eran sus hábitos de alimentación.
Los resultados cerebrales revelaron que, en comparación con los mensajes no personalizados, las comunicaciones adaptadas implicaron reacciones en áreas cerebrales asociadas con el valor y la importancia personal. De forma crucial, de entre dichas áreas cerebrales, hubo cuatro (hipocampo, corteza medial frontal, corteza orbitofrontal inferior y circumbalación angular) que pronosticaron las reducciones en la ingesta de alimentos poco saludables que se produjeron tras el mes de recepción de mensajes saludables.
Estos resultados podrían ofrecer implicaciones cruciales para la sanidad, los profesionales y/o los responsables políticos, que deberían implementar esfuerzos sustanciales en la creación de campañas individualizadas centradas en las necesidades, los objetivos y los impulsos percibidos por los ciudadanos en relación a la alimentación saludable para reducir los problemas de sobrepeso.
Además, esta investigación constituye un paso adelante al mostrar una asociación directa entre las respuestas cerebrales ante los mensajes nutricionales personalizados y los cambios en la conducta alimentaria saludable en la vida real.