La Universidad de Málaga en España publicó los resultados de un proyecto de investigación que busca conocer el uso informativo de las redes sociales en adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años.
Los principales problemas que se detectaron en 97 voluntarios y voluntarias al estar una semana sin su teléfono celular, tienen que ver con la ansiedad y la inseguridad que les provocó la falta de su dispositivo.
El estudio se desarrolló durante tres semanas con este colectivo de jóvenes, que aceptó permanecer durante una de ellas desconectado y reflejar sus impresiones en un diario y en encuestas semanales.
Este proyecto, que comenzó en 2020, está liderado por los académicos Pedro Farias y Bernardo Gómez, ambos de la Universidad de Málaga, con la participación de la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Miguel Hernández de Elche, la Universidad de Viena y la Universidad de Beira Interior (Portugal).
La investigación persigue estudiar la credibilidad de las noticias que los jóvenes reciben por las redes sociales y que forman parte, casi en exclusiva, de su dieta informativa. De ahí surge la necesidad de conocer su comportamiento ante el uso permanente del celular.
¿Cómo se desarrolló la investigación?
El estudio se realizó entre mayo y julio de 2022. Durante la primera semana de análisis los jóvenes utilizaron su teléfono de manera habitual. Ahí se detectó que el tiempo medio de consumo para todo tipo de usos del dispositivo se elevó hasta cinco horas diarias.
De éstas, cuatro se dedicaron exclusivamente a las redes sociales, primero y en posición más destacada aparece WhatsApp, luego Instagram y en tercer lugar TikTok, este último en constante aumento como único canal informativo para los más jóvenes.
Según la publicación, la segunda semana fue la más complicada para los participantes, ya que se les instó a que se desconectaran de su teléfono móvil y escribieran sus impresiones en el diario. Las sensaciones que experimentaron las describen como de incomodidad, ansiedad, inseguridad e incluso dependencia, aunque para algunos supuso una cierta liberación prescindir del dispositivo.
En la tercera semana, una vez recuperado el teléfono, los jóvenes volvieron a unos niveles muy similares de consumo en torno a las cinco horas, como antes del estudio. Pero todos admitieron que la abstinencia les sirvió para darse cuenta de su enganche al teléfono y de que toda su vida está ligada a su dispositivo.
Además, la mayoría concluyó que el móvil les resta tiempo y en muchas ocasiones les priva de relaciones familiares en casa, destacó el artículo.
Al ser consultados sobre si serían capaces de vivir sin su móvil, la mayoría del grupo de voluntarios respondió que no podrían, pero que si tuvieran que hacer frente a ese desafío se sentían más preparados que antes. Además, la vivencia les hizo conscientes de que debían racionar el tiempo que pasan expuestos a las redes sociales.