La dismorfia corporal es un trastorno psiquátrico complejo que afecta a entre el 1,7 y 2,4% de la población mundial, que surge o se detecta principalmente en la adolescencia con un énfasis superior en las mujeres y genera que las personas desarrollen una obsesión compulsiva por un aspecto físico.
El psicólogo Julio César Carrasco Rebolledo, experto en traumas y salud mental, explica a Cienciaysalud.cl que se trata de “una enfermedad grave en que la persona está muy preocupada, gran parte del día o por muchas horas, por su apariencia o por defectos muchas veces menores o imaginarios”.
En Chile las cifras se acoplan a la realidad mundial, y se estima que una de cada ocho personas podría tener un trastorno que, como primera recomendación, necesita del apoyo familiar y del entorno del afectado o afectada.
“Es algo que se cronifica, así que lo importante es que la persona o su grupo cercano, de familiares y amigos puedan problematizarlo, ya que aceptar que existe un trauma es el primer paso para tomar una terapia”, señala el especialista, máster en EMDR del Instituto Kintsugi.
“Es poco lo que uno puede hacer excepto problematizar. No vamos a sacar mucho con bajarle el perfil a lo que está viviendo la persona, porque lo hace desde sus creencias cognitivas, que pueden llevar a generar alteraciones perceptuales de la realidad y delirios. Es decir, que cuando se miran al espejo o cuando comparan ven alterada la imagen”, agrega.
Terapia mixta
Julio César Carrasco plantea una terapia mixta para abordar este problema, ya que “una vez que lo sufres es muy probable que tengas otros asociados como trastornos alimentarios, ansiedad altísima y depresión, y en algunos casos ideación de suicidio”.
Para ello es necesario un abordaje psiquiátrico con farmacología para estabilizar a la persona, y terapia psicológica especializada o de tercera generación, como la terapia cognitivo conductual o la EDMR, que es un abordaje psicoterapéutico que trabaja sobre el sistema de procesamiento de información innato del paciente.
“Se trabaja con protocolos específicos para que la persona pueda primero problematizar, darse cuenta de lo que pasa, y luego desensibilizar la experiencia, que es muy molesta, y reprocesar cognitivamente el pensamiento que le circula en torno a este supuesto defecto físico”, comenta.
El efecto verano
Una estación sinónimo de disfrute y descanso, como es el verano, puede transformarse en un calvario para quienes sufren de dismorfia corporal, en especial si se trata de adolescentes.
“Cuando en los meses de noviembre o diciembre se empieza a hablar de los paseos de fin de año, de las vacaciones en la playa o la piscina, donde tengo que exponer mi cuerpo. Y ahí es donde ya empiezan a notarse excusas, problematizaciones o la clásica actitud de bañarse con polera o con un buzo. El verano es un disparador o gatillante para rodas las personas que pueden tener indicios o el trastorno”, indica.
El principal mensaje del psicólogo para quienes sufren de este trastorno es, primero, acceder a la terapia mixta para, luego, entender la diferencia entre lo que somos y lo que queremos ser en términos de apariencia.
“El ser humano es el único animal que tiene percepción de su cuerpo, que se mira al espejo, se peina, que es consciente. Tenemos un yo ideal y un yo real, y este yo ideal es lo que a lo mejor en mi psiquis me gustaría ser: un poco más delgado, más alto. Siempre vamos a estar medianamente inconformes con nuestra apariencia física, pero esta aspiración tiene que tener una cuota de realidad porque el yo ideal no existe, es una idealización de mí en relación con la sociedad. Pero el yo real es el verdadero”, enfatiza.
“En la medida en que pueda hacer una buena negociación entre mi yo ideal, que nunca va a llegar, y mi yo real, voy a poder estar más tranquilo con mi cuerpo”, agrega.
Recomendaciones
El especialista estima que es necesario “educar y psicoeducar a la sociedad” para que apoye a quienes pueden presentar este trauma y no se convierta en un detonador de sus problemas.
Para ello propone algunas recomendaciones:
• Problematizar el tema en la familia, en los colegios, en los espacios sociales y laborales.
• No perseverar en construir patrones estéticos inexistentes, propios de la cultura más hemegónica o la delgadez.
• Educar acerca de las redes sociales, sobre todo a la población adolescente, ya que muestran siempre una realidad o idea en que las personas están felices y arregladas, con aplicaciones que te hacen más bonito.
• Hablar de una desnegativización del cuerpo, de la alimentación, de nuevos paradigmas de belleza posible y una sociedad más tolerante, que deje atrás los patrones e idealismos que no existen
• Trabajar desde pequeños en familia la aceptación del propio cuerpo, que es mi casa, lo cuido, lo acepto y a partir de ahí enfrento la vida.