Las neurociencias estudian la estructura y la función química, farmacología, y patología del sistema nervioso y explican cómo los diferentes elementos interaccionan y dan origen a la conducta. El doctor Rodrigo Chamorro, neurólogo infanto juvenil, coordinador del Programa Prioritario de Salud Mental Infanto Juvenil de la Asociación de Psiquiatría de América Latina, revisó junto a Ciencia y Salud el importante aporte e impacto de esta disciplina para la especialidad.
Doctor, ¿por qué las neurociencias se han transformado en un aspecto tan importante para la especialidad?
Durante los últimos años ha habido una revolución en cuanto a la información que nos muestran las neurociencias que hoy se aplican en la práctica clínica diaria, pero desde la mirada evolutiva de un niño es parte de un proceso que está en desarrollo, lo que también afecta positivamente tanto al niño como a su entorno en términos de desarrollo. Todo este descubrimiento actual desde las neurociencias nos obliga a modular todo lo que tiene que ver con los cambios que deben producirse a nivel de sistemas familiares y los cambios que deben producirse en los sistemas educacionales para que efectivamente el neurodesarrollo de ese niño, con o sin discapacidad, saque todo su potencial.
¿Cuál o cuáles han sido los principales aportes de las neurociencias para la especialidad?
Durante mucho tiempo teníamos claro que el sistema nervioso, al servicio no solo de las áreas cognitivas y motoras sino también de las áreas emocionales, de planificación y organización, usaba algunas estructuras específicas para eso, lo que se denomina función ejecutiva y se da específicamente en las áreas prefrontales del cerebro en tres zonas específicas que son la cingulada, la orbital y la dorsolateral. Esas tres zonas prácticamente hacen conexión con todo el resto del sistema nervioso, lo que permite que nosotros desde lo humano que somos podamos organizarnos, elaborar estrategias y diseñar planes y programas para resolver todo en la vida. Eso va surgiendo desde la modulación en el neurodesarrollo. Esas estrategias se van modulando progresivamente desde la maduración que es un reordenamiento genético de funciones que vienen programadas para que nosotros podamos procesar la información del medio y la interna. Como esto es un proceso evolutivo, también los aprendizajes modulan esta experiencia del cómo resuelvo o desarrollo estrategias para enfrentar una determinada situación.
¿Qué cambios genera o promueve este nuevo modelo de comprensión?
Esta zona prefrontal es una de las áreas más importantes y cuando uno revisa psicopatología, se da cuenta de que prácticamente en casi todos los trastornos como los del ánimo, cognitivos, déficit de atención, o los que tienen que ver con conductas obsesivas y trastornos de la personalidad, en ellos se ve alterada la función ejecutiva en cualquiera de sus áreas. Esto nos lleva a plantear algunos cambios de paradigmas que tienen que ver con que la idea, el pensamiento como un constructo propio y particular, afecta y modula la emoción. Por lo tanto, desde un pensamiento que se repite o que es recurrente, podemos hacer cambios neuroquímicos que provoquen que se haga disfuncional un circuito y por tanto presente trastornos de ansiedad, emocionales o del ánimo. Esto significa que los cambios en el abordaje terapéutico deben hacerse por la vía de la modulación neuropsicofarmacológica para regular estas dificultades neuroquímicas, pero básicamente las estrategias más eficientes son desde el abordaje cognitivo.
¿Qué rol juega por ejemplo la psicoterapia en este aspecto?
Una psicoterapia que haga que el sujeto replantee o remodule su idea sobre la percepción de su propia realidad. Eso que ha sido denominado como la terapia cognitivo conductual o comportamental, a mi modo de ver debería tener un nuevo giro y ser una terapia cognitivo sistémica que incluya a los sistemas, que no sólo module al sujeto, al niño o al paciente con respecto a su propio fenómeno, sino que al sujeto y su entorno.
¿Qué cambios hacen como aporte las neurociencias a esto?
Durante muchos años nosotros pensábamos que las poblaciones celulares que se generaban como una arquitectura del sistema en la etapa prenatal, eran una cantidad de células que existían y que si se morían no se regeneraban. Estudios desde hace ya un tiempo, en circuitos hipocampales, es decir en la zona donde se produce la memoria cognitiva, muestran que hay génesis de poblaciones neuronales nuevas y estas génesis tienen un sentido, porque nosotros anclamos la información que aprendemos, pero lo que aprendemos podemos reaprenderlo, organizar de un nuevo modo un concepto, una idea en la medida que vamos cotejando información y el entorno nos va mostrando cambios de esta información.
Es una suerte de aprendizaje continuo
Cada vez que anclamos información, este anclaje se hace a través de mecanismos proteicos en circuitos neuronales, pero cuando remodulamos tenemos que generar redes nuevas, usando las que ya tenemos como información. Esa reprogramación de células nuevas, junto a cómo el sistema se defiende de injurias o cómo se regula positivamente desde los aprendizajes es lo que se denomina neuroplasticidad. La neuroplasticidad está al servicio de los aprendizajes. Son seis variables las que inciden sobre la modulación de la neuroplasticidad y tres de ellas tienen que ver con características propias del sujeto: la edad, el género y las hormonas.
¿Cómo operan estas variables según los sujetos?
Por ejemplo, en este sentido, el género, por un fenómeno hormonal hace una neuroprotección mayor en el género femenino que en el género masculino, pero sin embargo esto se revierte cuando la mujer entra en el periodo de la menopausia. Si bien es cierto que estas son características propias del sujeto y sabemos que los niños más chicos hacen modulación neuroplástica de una forma infinitamente más eficiente que los sujetos senescentes, las otras tres variables que modulan la neuroplasticidad son el ambioma, es decir el ambiente, el aprendizaje y la ejercitación. Esto nos obliga a plantearnos el cómo se diseña este aprendizaje y cómo se diseña esta ejercitación.
¿Qué otro tipo de conocimientos se ha ido adquiriendo con estos nuevos elementos?
Por ejemplo, se supo que al caer las serotoninas que tienen que ver con la modulación del ánimo, específicamente en los circuitos hipocampales, se produce una poda dendrítica y una disminución de la génesis de poblaciones neuronales nuevas, afectando negativamente la neuroplasticidad. Como una psicoterapia se demora en instalarse, el uso de los psicofármacos que modulan la caída de la serotonina, rápidamente rearma los árboles dendríticos a nivel hipocampal, lo que apoya la necesidad de esta terapia combinada. Otra cosa que también se investigó y que hoy todo el mundo conoce es que el estrés generado por una sobreliberación de cortisol, a nivel de glándulas suprarrenales, si bien genera conductas de miedo que es parte de lo que nosotros somos como seres humanos, cuando éste es excesivo el cortisol va a ir a ocupar receptores. Cuando se produce una liberación sostenida de cortisol, estamos afectando fuertemente la neuroplasticidad.
Usted mencionó el ambiente como un factor importante, ¿cómo se trabaja actualmente en este sentido?
Hace que nos planteemos y nos obliga a adaptarnos desde el medio para facilitar y potenciar la inserción y el desarrollo cognitivo de ese niño en particular en los sistemas sociales y familiares. Pero también nos hace replantear el cómo diseñamos estrategias de aprendizaje en el aula y ahí empieza a operar el entorno. Por desgracia lo que empieza a ocurrir en casi todos los países occidentales es que los sistemas educacionales son de una currículo más o menos rígido, entonces no hay variaciones ni adaptaciones curriculares para los subtipos de inteligencia que los niños presentan. Por otro lado, a nivel de la educación durante muchos años se postuló que el niño con una discapacidad tenía una posibilidad de plasticidad muy baja y se remitía a escuelas donde se juntaba con homólogos.
En ese sentido, usted es partidario por ejemplo de un proceso inclusivo y no segregado
Uno de los descubrimientos y aportes más notables que hacen las neurociencias lo hace Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma hace unos catorce años, en lo que se denominan neuronas espejos donde el observador, desde su observación, hace aprendizaje. Estas neuronas han sido estudiadas en forma seria desde las neurociencias porque son un tremendo descubrimiento porque explican que nosotros desde la observación cambiamos nuestra forma de aprender, abre campos que no tenían un sustento teórico. Cuando uno empieza a ver que las neuronas espejos no sólo están en las áreas frontales, sino que se describen en áreas parietales, temporales, cinguladas, uno empieza a darse cuenta de que por las conexiones que hace el área prefrontal, lo que uno puede hacer es aprovechar estas neuronas espejos como un modo de trabajar orientado hacia una inclusión desde lo diverso.
A mi modo de ver, las neuronas espejos son el argumento más sólido que nos dan las neurociencias para la educación inclusiva porque un niño, al observar a otro con conductas más eficaces en alguna función, va a lograr aprender.
¿Cuál es la tendencia actual sobre este cambio de paradigmas, por ejemplo en educación?
Siento que es un proceso que va en paralelo, porque hubo un divorcio entre las ciencias y la educación, entonces los modelos médicos eran distintos a los educacionales. Hace varios años, cerca de 96 países se juntaron en Salamanca para determinar cuáles eran las características que debieran generar la educación del siglo XXI en términos de educación inclusiva. La educación inclusiva es un concepto que va más allá de lo semántico, no es integración, es inclusivo desde el propio niño y su diversidad, pero además desde los sistemas familiares y escolares. Desde esa declaración, aproximadamente en 1996, los países han ido adoptando posturas de cambio para generar un aula de recursos para la inclusión.
¿Esto es una realidad que también se da en Chile o aún estamos lejos de este proceso de cambio?
Hace unos tres o cuatro años que en Chile, parte de las reformas que se han planteado en educación fue el generar una ley que pudiese provocar un cambio en términos de que la inclusión fuese una realidad en el aula de la educación pública, pero el sistema de subvención existente no lo permite. Se han ido desarrollando planes y programas que nos obligan a pensar a los médicos y al ámbito de la neurociencias, ya no con el modelo médico que dice que el que está frente a mí es un enfermo. El modelo nos obliga a pensar que el sujeto está en un proceso de desarrollo, por lo tanto no puedo hacer un diagnóstico descontextualizando al niño fuera de su sistema familiar, fuera de su entorno ambiental y fuera de su ámbito educacional.