Diversos estudios han advertido desde el inicio de la pandemia del enorme estrés y la presión a la que están sometidos los trabajadores de la salud, que constituyen la “primera línea de combate” contra la enfermedad.
Una nueva investigación canadiense, publicada en la revista Psychiatry Research, revisó la documentación producida en diversos países, concluyendo que los síntomas de salud mental, especialmente en el personal de salud, ya son evidentes y podrían agravarse.
El trabajo “Prevalencia de síntomas de depresión, ansiedad, insomnio, trastorno de estrés postraumático y angustia psicológica entre las poblaciones afectadas por la pandemia COVID-19”, realizó una revisión sistemática y un metanálisis para estimar la prevalencia combinada de depresión, ansiedad, insomnio, trastorno de estrés postraumático y angustia psicológica (EP) relacionada con COVID-19 entre las poblaciones afectadas.
Los autores realizaron una serie de búsquedas de artículos en distintas bases de datos, generando metanálisis de efectos aleatorios sobre las proporciones de individuos con síntomas de depresión, ansiedad, insomnio, trastorno de estrés postraumático y EP, considerando las diferencias entre los grupos para el género, los trabajadores de la salud (PS) y las regiones donde se realizaron los estudios.
Para el estudio se examinaron un total de 2189 artículos y se evaluó la elegibilidad de 136 artículos de texto completo, quedando finalmente 55 estudios revisados ??por pares que cumplieron los criterios de inclusión para el metanálisis.
Los autores llegaron a la conclusión que la pandemia ha agudizado algunos trastornos de salud en la población en general.
Al respecto, el trabajo habla de un aumento del 21,94 por ciento de casos de síndrome de estrés postraumático, el 23,87 por ciento de situaciones de insomnio, el 15.97 por ciento en los casos de depresión, luego 15,51 por ciento de trastornos de ansiedad y 13,29 por ciento de angustia.
En el caso específico del personal de salud, la consecuencia que aparece como la más grave es el insomnio. La evidencia en tal sentido concuerda a la que se había obtenido en situaciones anteriores de emergencia sanitaria, como en las epidemias de SARS y ébola. Las dificultades para conciliar el sueño son mucho más frecuentes entre el personal médico y auxiliar que entre la población en general, mientras que en el resto de los trastornos las variaciones no son significativas.
La prevalencia conjunta del insomnio entre los participantes fue del 23,87 por ciento.
Pero el dato que destaca el trabajo de los investigadores canadienses es que, en el caso de la población en general, el insomnio afecta al 16,45 por ciento de los casos analizados, mientras que la cifra llega al 35,52 por ciento para el personal de salud.
El conjunto de las mediciones no estableció diferencias significativas en los resultados respecto a factores como el género de las personas o la región geográfica en las que ellas se encontraban.
Según los autores, los hallazgos de este estudio sugieren que las consecuencias de salud mental a corto plazo del COVID-19 son igualmente altas en los países afectados y en todos los géneros. Sin embargo, los informes de insomnio son significativamente más altos entre los trabajadores sanitarios que entre la población general.
Programas adecuados
El estudio advierte, además, que una vez que la pandemia finalice es muy probable que el personal sanitario desarrolle trastornos mentales severos.
En tal sentido, los investigadores resaltan que los episodios de insomnio pueden estar emparentados con el surgimiento de cuadros depresivos o, en situaciones aún más graves, con ideas suicidas.
Este estudio proporciona evidencia inicial que puede servir para la implementación de programas de prevención e intervención de salud mental y para proveer cuidados a los individuos afectados.
“Se debe prestar especial atención a los individuos infectados y a aquellos que han desarrollado síntomas severos para que la atención sanitaria sea lo menos traumática posible para ellos y sus familias, respetando al mismo tiempo las medidas para prevenir la propagación del virus. Además, se deben desarrollar rápidamente programas para que el personal de salud se ocupe de los problemas de salud mental asociados con la pandemia y los prevenga a largo plazo”, dice en sus conclusiones la investigación.