A fines de julio, la Cámara de Diputados votó la moción para solicitar al presidente Sebastián Piñera el reconocimiento de la obesidad como enfermedad crónica en Chile. Con ello, se busca que su prevención, diagnóstico, tratamiento y seguimiento, reciba cobertura financiera por parte del Estado e instituciones de salud previsional.
En el país, el 39.8% de la población tiene sobrepeso, un 31.2% tiene obesidad y un 3.2% sufre de obesidad mórbida, según la última Encuesta Nacional de Salud (2017) del Ministerio de Salud. A estos datos, se suma lo reportado por el Mapa Nutricional 2020 de Junaeb, donde el 38,2% de los niños tienen un rango de peso normal, un tema que se agrava, si se considera que el 29% de la muestra tiene sobrepeso y el 25% obesidad, en cursos como pre-kínder, kínder, primero básico, quinto básico y primero medio.
La obesidad es un factor de riesgo para el cáncer, aumentando el riesgo en más del doble para cáncer de endometrio, estómago, hígado, colon, riñón y de cáncer de mama en mujeres postmenopáusicas. Además de agravar enfermedades musculoesqueléticas; especialmente osteoartritis y artrosis de resolución quirúrgica.
“En la medida que se ha ido viendo que hay pacientes que, independiente de su ingesta calórica, manifiestan y presentan igual obesidad, es porque hay otros contextos involucrados, como la causa genética que explicaría aproximadamente un 70% de los casos de obesidad”, aclara el Dr. Patricio Lamoza, médico cirujano miembro de la Sociedad Chilena de Cirugía Bariátrica y de la Federación Internacional de Cirugía de Obesidad.
¿Por qué considerar a la obesidad como una enfermedad crónica?
En general, la obesidad es un exceso o una acumulación excesiva y general de grasa en el cuerpo, que se suele asociar a la ingesta de alimentos. Sin embargo, cuando uno analiza cómo evoluciona esta enfermedad, uno se da cuenta que no es solo un problema de si el paciente subió de peso y logró hacer un cambio de estilo de vida, pues hay casos en que no se logra bajar de peso. En esos casos, se comienzan tratamientos farmacológicos y tratamientos médicos que, si bien pueden ser exitosos, existe la posibilidad de que se vuelva a tener obesidad como enfermedad. Al necesitar un control permanente y persistente, establecemos que es una enfermedad crónica.
¿Qué significa que el Estado la reconozca como una enfermedad crónica?
Hasta ahora se reconoce la obesidad como un problema, pero cuando se reconoce solo como un problema y no como una enfermedad, lamentablemente las medidas que se toman para combatirlas son insuficientes. Hasta ahora las medidas que se habían tomado son solamente preventivas, tratando de evitar llegar a la enfermedad. Sin embargo, desde que se instalaron estas medidas no hemos visto un impacto en el índice de masa corporal a través de los años, el índice de masa corporal promedio de los chilenos sigue subiendo, no ha habido una baja.
Una vez que el paciente sufre de obesidad, estas medidas de prevención son insuficientes. Al declararse una enfermedad crónica, tienen que desencadenarse todos los mecanismos que sirve no solamente para prevenirla, sino que también para hacer el diagnóstico de esta enfermedad con todas las comorbilidades y otras enfermedades que tienen, además asociada y sobre las cuales tienen una condición agravante o que otras enfermedades agravan también la condición de obesidad.
Al mismo tiempo, hay distintos tipos de tratamiento que necesitan tener cobertura, como la intervención nutricional, psicológica, necesidad de fármacos o de una cirugía y, posteriormente, la cobertura del manejo del paciente en el largo plazo, porque dejarlo abandonado, no es suficiente.
¿Por qué la obesidad suele relacionarse con otras enfermedades sistémicas?
Hay una serie de condiciones que se dan en los pacientes que tienen una predisposición genética a la diabetes y que al mismo tiempo tienen la predisposición genética a la obesidad. Comparten muchas de esas cosas y, obviamente, en la medida que se va aumentando de peso y la asociación a la diabetes mayor. Si uno analiza la cantidad de pacientes que sufren de diabetes en el país, la tasa de incidencia de diabetes es aproximadamente de un 10%, y si eso uno lo desglosa y analiza solamente la población que padece obesidad, el 30% de la gente que tiene obesidad padece diabetes.
Esta relación es muy parecida con la hipertensión arterial, la condición de hígado graso, la condición de artrosis y artritis que son como son problemas secundarios de la misma obesidad y que si el paciente lo tiene como un problema primario, obviamente la obesidad es un tremendo agravante, lo mismo con las enfermedades cardiovasculares, accidentes cardiovasculares y al mismo tiempo, a patología oncológica tras la inflamación crónica.
¿Cómo ha afectado el estigma hacia la enfermedad de la obesidad?
El estigma en realidad ha bajado, lo estamos viviendo. La creencia de que la obesidad solo era consecuencia del exceso de comida generó prejuicio hacia el paciente que evitaba, entre comillas, que se tomara en serio como una enfermedad. Se cuestionaba para qué cubrirlo si el problema era del paciente por no tener un buen hábito. Este estigma también es social, afectando la autoestima de las personas que sufren de obesidad y gubernamental al no tomar medidas sobre ella.
Queremos derribar esa barrera, hoy se reconoce a la obesidad como un problema y esperamos que se acoja su reconocimiento como enfermedad crónica. Hay que efectivamente desarrollar políticas públicas para poder luchar contra este flagelo.
En este sentido, ¿qué medidas debería tomar el Estado para enfrentar esta enfermedad?
Hay que mantener las medidas de prevención, pero una vez que tiene un paciente con el diagnóstico de obesidad, tiene que existir todo un programa de manejo de diagnóstico de las enfermedades que están asociadas a la obesidad y hacer un manejo integral y multidisciplinar.
Hoy existen los equipos para tratar esta enfermedad, pero también están estigmatizados. Por ejemplo, tengo colegas nutriólogos que en boleta de honorarios aparecen como médico general porque las isapres los consideran dentro de tratamientos estéticos y los pacientes no pueden hacer efectivo su reembolso de atención.
En síntesis, las políticas públicas deben derribar todas esas paredes y después generar programas para atender a los pacientes y darles coberturas a los tratamientos y seguimientos a ellos para controlar su efectividad.