La dieta incide en el desarrollo de la salud mental según la edad

Investigadores de la Universidad de Binghamton y de la Universidad de Stony Brook, ambas en Nueva York, desarrollaron un estudio que reveló cómo la alimentación y la actividad física impactan en la salud mental de las personas.

Los resultados, publicados en la revista Nutrients, destacan que existe una asociación negativa entre la salud mental y el elevado consumo de cafeína y comida chatarra, además de que el bajo consumo de alimentos procesados está relacionado con el bajo riesgo de padecer depresión.

También se evidenció que un desayuno balanceado y diario junto con la realización de actividad física están relacionados con un menor riesgo de problemas de salud mental en las mujeres jóvenes. Por su parte, en las mujeres de más edad, el desayuno se ha asociado con una mayor tasa de angustia mental. Sin embargo, al igual que sucede con las jóvenes, el ejercicio físico parece tener un efecto positivo en su bienestar mental.

Respecto a los hombres jóvenes, el estudio sugiere que la realización habitual de ejercicio físico, el consumo moderado de lácteos y la ingesta moderada de carne guardan relación con una mejor salud mental.

La coautora del estudio, la doctora Lina Begdache, profesora asistente de Estudios de Salud y Bienestar de la Universidad de Binghamton, señaló que “los adultos jóvenes todavía están formando nuevas conexiones entre las células cerebrales y, por lo tanto, necesitan más energía y un mayor aporte de nutrientes”.

Respecto a este punto, la académica aseguró que es necesario considerar un espectro de cambios en la dieta y el estilo de vida según los diferentes grupos de edad y sexos. “No existe una dieta saludable que funcione para todos”, expresó.

Begdache explica que existen diferencias “críticas” en la morfología del cerebro. En este sentido indica que los hombres que siguen una dieta incluso “ligeramente saludable” tienden a reportar mejores valores de bienestar mental que se empeora si, por ejemplo, se incrementa la ingesta de alimentos procesados y comida rápida.

El estudio fue aplicado a más de 2.600 participantes procedentes de América del Norte, Europa, Oriente Medio y Norte de África y Asia, con una duración de cinco años.

Los investigadores reconocieron que el estudio, a pesar de aportar datos clave para la discusión, está limitado por aspectos como la reducida muestra o la imposibilidad de tener en cuenta condiciones de salud existentes, factores ambientales o genéticos. Por ello, instan a que se realicen más estudios respecto a la alimentación y la salud mental para aumentar la evidencia científica.

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