Según el estudio Envejecimiento, Enfermedades Crónicas y Factores de Riesgo: Una mirada al pasado y al futuro, elaborado por el Observatorio del Envejecimiento (una alianza la Universidad Católica y la Compañía de Seguros Confuturo) la mortalidad causada por las enfermedades crónicas en nuestro país ha aumentado en el último tiempo y por variadas razones.
En 1990, el 73% de las muertes tenía como causa alguna enfermedad crónica. Para el 2019 esta cifra aumentó al 86% respecto del total de muertes de ese año. Explican que una de las principales razones que inciden en este aumento es el aumento de la esperanza de vida, la que se concentra en los grupos de mayor edad en la población. Por ejemplo, las personas entre 30 y 70 años que fallece por alguna enfermedad crónica ha disminuido considerablemente tanto en el país como a nivel global.
Marcela Carrasco, geriatra, académica de la Escuela de Medicina UC y miembro del CEVE-UC, explicó a La Tercera que “gracias a políticas exitosas de salud pública, por muchos años en nuestro país se logró disminuir la mortalidad prematura del tipo materno infantil y de origen infeccioso, teniendo actualmente una transición epidemiológica avanzada, donde la morbilidad, discapacidad y mortalidad se concentra en las enfermedades crónicas no transmisibles”.
Desde el año 1990 hasta el 2006, la esperanza de vida aumentó de 73,5 a 80,3 años en Chile. Sin embargo, los años que las personas viven con discapacidad también se han incrementado, específicamente en 1,16 años. “De esta forma, entre 1990 y 2016 el promedio de esperanza de vida era de 77 años, y el promedio de años que se vive con discapacidad son 10 años”, señala el reporte.
Las enfermedades crónicas se caracterizan por ser de larga duración y de progresión lenta y, a pesar de que existen tratamientos para mantenerlas bajo control, tienen un alto impacto en las personas que las padecen, dado que muchas de ellas merman la calidad de vida obligando al consumo medicamentos de por vida y gatillando cuadros de discapacidad durante la vejez.
El geriatra Jaime Hidalgo, miembro de la Sociedad de Geriatría, explica que, si bien en Chile hay una alta esperanza de vida, y la mayor parte de esos años se viven sin discapacidad y de forma funcional y activa, las enfermedades crónicas pueden desatar futuras discapacidades. “Nuestro objetivo hoy es concentrarnos en gran parte en las enfermedades crónicas, ya que entendemos que son las que pueden motivar a que esa funcionalidad, sea física, o mental, se pueda disminuir”, dice.
Prevención de enfermedades crónicas
Todas las enfermedades crónicas, aunque multifactoriales, están relacionadas directamente con los hábitos y estilos de vida de las personas. Si bien suelen ser de progresión lenta, son de por vida y los tratamientos actuales suelen afectar la calidad de vida de los pacientes y generar discapacidad cuando los años pasan.
“Los principales factores de riesgo tienen que ver con el estilo de vida poco saludable e incluyen obesidad, dieta poco saludable, sedentarismo y consumo excesivo de alcohol y tabaco. Es difícil decir cuál de ellos es el más importante, ya que actúan de forma sinérgica y rara vez se encuentran solos. Pero en Chile destacan la alta prevalencia de sedentarismo, tabaquismo y obesidad”, recalca Carrasco.
Por lo mismo, Christian Abello, gerente general de Confuturo, dice que pensar en la vejez es clave. “Este reporte da cuenta de la importancia que implica mantener hábitos sanos de autocuidado para las personas, más aún cuando la esperanza de vida se mantiene en aumento en el mundo y que la mayor parte de la población en Chile será de tercera edad en un futuro cercano”.
Determinantes sociales
Según el estudio del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, hay determinantes sociales en la salud, por lo que la pobreza y la desigualdad se vuelven elementos relevantes en el desarrollo y prevalencia de diferentes patologías.
En general, los grupos más vulnerables tienen un bajo acceso a educación y servicios de salud, y, por otro lado, suelen estar insertos en medios más poblados y con más contaminación. Todo ello incide en que sean más propicios a tener dietas poco balanceadas, sobrepeso u obesidad y desarrollar estilos de vida poco saludables. Por ejemplo, vidas más sedentarias y/o con mayor consumo de tabaco y alcohol, siendo estos factores los que se asocian más directamente con las enfermedades crónicas.
Marcela Carrasco afirma que situaciones socioeconómicas más precarias y menor nivel educacional se correlacionan con hábitos de vida menos saludables, que son los que inciden en gran medida en el desarrollo de patologías crónicas, y que potencia peores indicadores de salud global. Explica que “Cuando uno ve [las prevalencias de enfermedades crónicas] en poblaciones con más equidad o con el mismo nivel socioeconómico, las diferencias son mucho menores, es decir, este sesgo va disminuyendo”.