Al igual que el SARS-CoV-2 constituye una pandemia que ha cobrado más de 4 millones de vidas y más de 200 millones de personas diagnosticas que aún conviven con diversas secuelas, la Asociación Chilena de Hepatología (ACHHEP), filial de la Sociedad Chilena de Gastroenterología (SChGE), advierte su preocupación acerca de la pandemia del consumo excesivo de alcohol.
Si bien las celebraciones de Fiestas Patrias representan una tradicional instancia que eleva el consumo de alcohol en diversos segmentos de la población chilena, los especialistas explican que este año es especialmente preocupante, ya que los meses de confinamiento han colaborado en el aumento del consumo de alcohol. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud (2016-2017) realizada por el Ministerio de Salud, una de cada 10 personas presenta consumo de riesgo de alcohol, y si se analiza la ingesta por edad, los adolescentes y adultos jóvenes (entre 15 y 24 años) beben más que el resto de la población, 14,4, indicadores que han empeorado con la pandemia desde 2020.
Según el Dr. Juan Pablo Roblero, presidente de la ACHHEP, “Cada septiembre observamos cómo se multiplican las muertes por accidentes de tránsito y por violencia, y de forma menos mediática, las hospitalizaciones y muertes debidas a enfermedades cardiovasculares, enfermedades digestivas y hepáticas, entre otras. El consumo excesivo implica beber más de 3 tragos en un día en el caso de los hombres y más de 2 para las mujeres. De hecho, se considera riesgoso el consumo de más de 4 tragos en hombres y más de 3 tragos en mujeres en periodos menores a 2 horas. En personas que sufren de enfermedades tales como obesidad, enfermedades cardiovasculares o diabetes, el consumo debería ser aún menor y dependiendo del caso no se debería tomar alcohol”.
Por mucho tiempo se ha asociado el consumo excesivo de alcohol a un contexto de socialización. A los especialistas les llama la atención que la población adolescente que mantuvo o aumentó su consumo de alcohol en tiempos de encierro sea más de la mitad (56,3%). Se podría suponer que muchos de quienes antes ingerían en grupo, en la pandemia lo hicieron en sus casas a solas, lo que desde el punto de vista del consumo es un factor de riesgo, pues las nuevas libertades de socialización y desplazamiento actuales, podrían ya tener instalada la modalidad de consumo en solitario y agudizar así la situación. De acuerdo a un estudio norteamericano (“What does adolescent substance use look like during the COVID-19 pandemic? Examining changes in frequency, social contexts, and pandemic-related predictors. Journal of Adolescent Health), en adolescentes con mayor necesidad de ser aceptados, no aumenta el consumo pues en pandemia no existe el componente social, sin embargo, aquellos que tienen liderazgo y confianza en sí mismos, sí aumenta el consumo en solitario.
A pesar de que en términos generales un 74,4% (Encuesta SENDA 2020) de las personas mantuvo o disminuyó el consumo de alcohol en los tiempos de encierro, es preocupante que el 50,9% de quienes bebieron dicen haberlo hecho por razones de ansiedad, estrés o depresión derivadas de la crisis sanitaria. Ahora con mayor acceso a espacios compartidos sin restricciones, los especialistas de la salud, presumen que sea un factor de mayor riesgo para el sobreconsumo de alcohol. En este sentido, el Dr. Juan Pablo Arab, Vice-Presidente de la ACHHEP, sugiere que es clave buscar ayuda médica de forma precoz para pesquisar y tratar problemas derivados del consumo excesivo de alcohol y así evitar las consecuencias graves que esto puede tener.
Finalmente, Luis Antonio Díaz, gastroenterólogo de la misma Asociación y miembro del programa de Trasplante Hepático UC, señala que “el daño por el consumo excesivo de alcohol se puede potenciar con otros problemas de salud como la obesidad. Actualmente muchas personas han subido de peso debido al sedentarismo y exceso de alimentos con alto contenido de azúcares y calorías, lo cual ha sido catalogado como una epidemia en diversas partes del mundo”, como lo señala la revista The Lancet . En este sentido, el especialista concluye que el consumo de alcohol en personas con obesidad, diabetes o resistencia a la insulina, podría generar un daño e inflamación aún mayor que en personas sin dichas enfermedades.