Estudio plantea que Chile necesita un patrón de alimentación más saludable y coherente con el medio ambiente

Un estudio del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile analizó cómo es la alimentación en nuestro país y concluyó que es necesario un patrón de alimentación más saludable y coherente con el medio ambiente

Los sistemas alimentarios son uno de los principales contribuyentes al fenómeno del cambio climático y las dietas sostenibles son una de las estrategias para mitigarlo. Se conoce que los países desarrollados y de mayores ingresos tienen dietas de mayor impacto ambiental que, por lo tanto, contribuyen aún más al cambio climático que los países menos desarrollados.

En Chile no contábamos con datos sobre el impacto ambiental de la alimentación, país donde la situación alimentaria y nutricional es compleja: el 74% de la población adulta presenta exceso de peso, lo que se asocia a un alto “costo ecológico de la obesidad”, haciendo referencia al impacto ambiental atribuido a la mayor demanda de alimentos no saludables.

Sumado a esto, nuestro país ocupa el segundo lugar en el consumo de alimentos ultra procesados de la región, y se ubica entre los 10 países con mayor consumo de alimentos cárneos per cápita en el planeta. Esto representa alertas a la hora de observar el costo ambiental de estas tendencias.

El estudio

Considerando este contexto el INTA realizó un estudio liderado por la entonces estudiante del Magister en Nutrición y Alimentos, Teresita Gormaz, para estimar y describir la huella de carbono y huella hídrica de la alimentación de los chilenos. Para hacerlo tomó en cuenta los resultados de la Encuesta Nacional de Consumo de Alimentos de Chile realizada en el 2010.

La huella de carbono (unidades de carbono equivalente, CO2eq) de los alimentos indica la cantidad de gases de efecto invernadero generados en los diferentes procesos de la cadena de producción de alimentos, incorporando las emisiones implicadas desde la siembra, cosecha, transporte, empaquetado, y todas las etapas que considera la obtención de cada alimento.

La huella hídrica, por su parte, señala el volumen de agua dulce utilizada, directa e indirectamente, para producir un bien o servicio en todo su ciclo de vida, en este caso, alimentos. Esta huella se obtiene de la sumatoria del agua total consumida, evaporada y contaminada a lo largo de las diferentes etapas de la cadena de producción de alimentos, midiéndose en litros o metros cúbicos.

Ambos indicadores se cuantifican mediante la metodología de “análisis del ciclo de vida”, y se consideran los datos desde el suministro de materias primas hasta el principal punto de distribución (no incluyendo distribución directa al consumidor, ni pérdidas y desperdicio de alimentos).

Por sobre la media

A partir de estos datos se calcularon los valores promedio de las huellas ambientales (hídrica y de carbono) para cada subgrupo de alimentos.

Luego de realizar los cálculos, se observó que la alimentación de cada persona en Chile produce diariamente 4,67 kg CO2eq y un consumo de 4.177 litros de agua. Estos valores estarían por sobre las medias mundiales por persona/día (780 litros).

Los alimentos de origen animal como lácteos y carnes rojas fueron los principales contribuyentes a estas cifras, siendo responsables del 60% del total de la huella de carbono y del 52% de la huella hídrica.

Las mayores cifras se encontraron en hombres, personas de nivel socio económico alto, residentes de la macro zona sur y en el grupo etario de escolares de enseñanza media y adultos jóvenes (14-29 años).

Finalmente, se comparó la dieta de la población chilena con la “dieta planetaria” propuesta por la comisión EAT LANCET -compuesta por 37 científicos líderes de 16 países en diversas disciplinas-, que define un “limite saludable” de alimentos para conservar el equilibrio de los sistemas alimentarios, salud humana y sustentabilidad ambiental.

Y se observó que grupos de alimentos como las carnes rojas (443%), los azúcares (243%) y los lácteos (235%) superan con creces la recomendación, mientras que grupos de alimentos como legumbres (23%), grasas y aceites (37%) y frutos secos (38%) tienen un consumo muy inferior al recomendado.

“Estos datos muestran que es indispensable generar un patrón de alimentación más saludable y coherente con el medio ambiente, con hallazgos que pueden ayudar a identificar objetivos y acciones públicas encaminadas a reducir el impacto ambiental del consumo de alimentos en Chile”, plantean los autores.

“Entendiendo que la salud humana no está aislada de la salud planetaria, tomar estas consideraciones es imprescindible para la supervivencia y calidad de la vida humana futura, por lo que es urgente incorporar esta temática en la discusión política y técnica en el país”, concluyen.

Por Teresita Gormaz, Egresada de Magister en Nutrición y Alimentos, INTA, Universidad de Chile; y Gerardo Weisstaub, Profesor Titular, Unidad de Nutrición Pública, INTA, Universidad de Chile.

Fuente: INTA.

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