En adultos mayores de 65 años, la enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia. No se sabe cuál es realmente su causa, pero podría deberse a una acumulación de unas proteínas anormales a nivel cerebral, las que impiden el correcto funcionamiento de las neuronas y su conexión entre ellas, además de producir muerte neuronal.
Por lo general, este daño comienza en el área cerebral encargada de la memoria, el hipocampo de ambos hemisferios. Esto provoca un deterioro progresivo en las funciones cognitivas, comenzando habitualmente por la memoria.
Los síntomas del Alzheimer se presentan de forma paulatina, con un espectro que va desde una fase preclínica y asintomática, luego un compromiso cognitivo menor, progresando hacia una demencia cada vez con mayor deterioro.
Por lo general, primero se ve afectada la memoria y, más tarde, otras funciones como la orientación y el lenguaje, para continuar con otras funciones cognitivas.
“Para hablar de demencia debe haber compromiso funcional en las actividades cotidianas”, explica el Dr. Ignacio González, neurólogo de la Clínica Universidad de los Andes.
El 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, fecha en que se busca apoyo para pacientes y cuidadores, junto con destacar la importancia de tomar conciencia de la enfermedad para perderle el miedo y dejar el estigma con que se relaciona.
El síntoma principal
La pérdida de memoria de eventos recientes es el principal síntoma y habitualmente el inicial. Va en aumento, dificultando progresivamente la vida diaria.
Es llamativo para los familiares que, al comienzo, el paciente tiene toda la capacidad para recordar eventos antiguos de su biografía. Mas tarde se agrega compromiso de lenguaje y desorientación en tiempo y espacio.
Con mucha frecuencia el paciente con demencia no reconoce sus síntomas y tiende a minimizar los eventos de dificultad de memoria o orientación, argumentando que es capaz de recordar cosas antiguas.
Puede incluir:
• Preguntar algo repetidas veces
• Olvidar actividades recientes
• Olvidar el nombre de personas cercanas
• Olvidar dónde se dejó algo de manera sistemática
• Repetir varias veces lo mismo
• Perderse, porque no se sabe dónde vive o cómo volver a la casa
• Dificultad para expresar palabras o ideas, o no hilar conceptos
• Desorientación en el tiempo y espacio
• Dificultad para tratar números, en el manejo de las finanzas personales, seguir instrucciones -como una receta- y tomar decisiones.
• Actuar de manera diferente, sobre todo, en instancias sociales
• Alteraciones conductuales.
Diferencias entre pérdida de memoria y demencia
La pérdida de memoria de la edad avanzada es menor y no compromete la funcionalidad de la persona. En esta condición se pueden recuperar los recuerdos con claves. Por ejemplo, olvidar un número de teléfono, pero luego conseguirlo. No recordar dónde quedaron los anteojos, pero finalmente encontrarlos.
La persona senil, sin demencia, puede seguir funcionando de manera habituales en cosas como el manejo de su cuenta corriente y orientarse en su zona de residencia.
Por el contrario, quien tiene demencia, por definición, va perdiendo la funcionalidad. Verdaderamente olvida las cosas y no es capaz de recordar aun dándole claves. Cada vez más depende de la ayuda de otras personas.
“Ciertamente hay un momento en que no es fácil distinguir una pérdida de memoria esperable por la edad con una que marca el inicio de un deterioro que puede llevar a una demencia”, aclara el Dr. González.
Disminuir el riesgo
El especialista señala que “en la actualidad no hay cura para la enfermedad, sólo se cuenta con manejo farmacológico para controlar los síntomas de pérdida de memoria, al menos al comienzo. Asimismo, tampoco se puede prevenir del todo”.
“Sin embargo, sí es posible disminuir el riesgo de presentación teniendo un estilo de vida saludable, manteniendo la actividad intelectual, una dieta balanceada de estilo mediterráneo, ejercicio físico acorde con la edad. Un aspecto de vital importancia es mantener, desde toda la vida, un estricto control sobre factores de riesgo vascular como hipertensión, diabetes, dislipidemia y tabaquismo”, recalca.
El Dr. González agrega que “esto es fundamental para mantener un cerebro en buenas condiciones. Este control de factores de riesgo vascular se consigue con chequeos médicos regulares y desde la adultez temprana”.
“El tratamiento farmacológico es modestamente efectivo en controlar los síntomas cognitivos los primeros años. Desgraciadamente, no tiene efecto sobre la progresión de la enfermedad”, puntualiza.
Una demencia debe distinguirse de un cuadro depresivo que esté cursando con compromiso cognitivo. Por otro lado, el Alzheimer puede asociarse con depresión, ansiedad y problemas conductuales. Estos últimos síntomas deben ser tratados por los especialistas.
Fuente: Clínica Universidad Los Andes.