Comprender cómo se forma y funciona el tejido adiposo es crucial para abordar la obesidad y las enfermedades metabólicas relacionadas. Sin embargo, el tejido adiposo o grasa corporal se comporta de manera diferente según su ubicación en el cuerpo.
Tomemos, por ejemplo, el epiplón: un tejido graso grande en forma de delantal que cuelga del estómago y cubre órganos dentro del peritoneo, como el estómago y los intestinos. No sólo almacena grasa sino que también desempeña un papel en la regulación inmune y la regeneración de tejidos.
El tejido adiposo omental está asociado con la forma del cuerpo de “manzana”, que surge cuando este depósito de grasa se expande significativamente, aumentando el riesgo de enfermedades metabólicas. Esta expansión no se debe a la formación de nuevas células grasas, un proceso conocido como adipogénesis, sino principalmente al agrandamiento de las células existentes, un proceso llamado hipertrofia. Esto puede provocar inflamación crónica y resistencia a la insulina.
La capacidad limitada de la grasa omental para formar nuevas células grasas, a pesar del exceso de calorías, contrasta con la grasa subcutánea y sigue siendo poco conocida.
Ahora, científicos dirigidos por el profesor Bart Deplancke de la EPFL identificaron una población de células en el tejido adiposo omental humano que dificulta la adipogénesis. El descubrimiento, publicado en Cell Metabolism, proporciona un nuevo ángulo sobre la capacidad limitada de la grasa omental para realizar la adipogénesis y tiene importantes implicaciones para el control de la obesidad.
El estudio
Los investigadores utilizaron secuenciación avanzada de ARN unicelular para analizar células de varios depósitos de grasa humana, aislando diferentes subpoblaciones celulares y probando su capacidad para convertirse en nuevas células grasas.
En el estudio, apoyado por varias instituciones médicas, participaron más de 30 donantes humanos para realizar una comparación detallada entre diferentes localizaciones de grasa. El enfoque identificó una población de células presentes en el tejido adiposo omental que bien puede ser la clave para explicar sus propiedades inusuales. Estas células, denominadas células mesoteliales, generalmente recubren ciertas cavidades internas del cuerpo como una capa protectora.
Entre estas células mesoteliales, algunas extrañamente se acercaron más a las células mesenquimales, que pueden convertirse en una variedad de tipos de células, incluidos los adipocitos (células grasas). Esta transición dinámica entre estados celulares puede ser un mecanismo clave a través del cual estas células ejercen su influencia sobre el potencial adipogénico del tejido adiposo omental.
El estudio encontró que las propiedades mesenquimales de estas células están asociadas con una mayor capacidad para modular su microambiente, proporcionando un mecanismo regulador para limitar la expansión del tejido adiposo.
Al cambiar entre estos dos estados, las células pueden influir en el comportamiento metabólico general del depósito de grasa omental y en su capacidad para acumular grasa sin desencadenar complicaciones metabólicas.
“Es importante destacar que también descubrimos al menos parte del mecanismo molecular por el cual esta nueva población de células omentales afecta la adipogénesis”, planteó Radiana Ferrero (EPFL), una de las autoras principales del estudio.
“Específicamente, las células expresan altos niveles de proteína de unión al factor de crecimiento similar a la insulina 2 [IGFBP2], una proteína conocida por inhibir la adipogénesis, y secretan esta proteína en el microambiente de las células. Esto, a su vez, afecta a receptores específicos de las células madre y progenitoras adiposas cercanas, impidiendo eficazmente que se conviertan en células adiposas maduras”, agregó.
“Los hallazgos tienen profundas implicaciones para comprender y gestionar potencialmente la obesidad metabólicamente nociva”, explica Pernille Rainer (EPFL), otra investigadora principal del estudio.
“Saber que la grasa omental tiene un mecanismo incorporado para limitar la formación de células grasas podría conducir a nuevos tratamientos que modulen este proceso natural. Además, la investigación abre posibilidades para terapias dirigidas que podrían modular el comportamiento de depósitos de grasa específicos”, concluyó.