Frente al estrés, muchas personas recurren a la comida chatarra en busca de consuelo. Pero una nueva investigación de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, sugiere que esta estrategia puede resultar contraproducente.
El estudio encontró que, en los animales, una dieta alta en grasas altera las bacterias intestinales residentes, altera el comportamiento y, a través de una vía compleja que conecta el intestino con el cerebro, influye en las sustancias químicas del cerebro de manera que alimentan la ansiedad.
“Todo el mundo sabe que estos no son alimentos saludables, pero tendemos a pensar en ellos estrictamente en términos de un pequeño aumento de peso”, dijo el autor principal, Christopher Lowry, profesor de fisiología integrativa en CU Boulder.
“Si entiendes que también impactan tu cerebro de una manera que puede promover la ansiedad, lo que está en juego es aún mayor”, resaltó.
Para el estudio, publicado en la revista Biological Research, Lowry trabajó con la primera autora Sylvana Rendeiro de Noronha, estudiante de doctorado en la Universidad Federal de Ouro Preto en Brasil.
En un estudio anterior, el equipo había descubierto que las ratas alimentadas con una dieta alta en grasas mostraban aumentos en la neuroinflamación y un comportamiento similar a la ansiedad.
Si bien la evidencia es contradictoria, algunos estudios en humanos también han demostrado que reemplazar una dieta ultraprocesada alta en grasas y azúcar por una más saludable puede reducir la depresión y la ansiedad.
La dieta estadounidense típica contiene aproximadamente un 36% de grasa, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Conexión primaria entre el intestino y el cerebro
Aún no está claro cómo un intestino alterado puede cambiar las sustancias químicas en el cerebro. Pero Lowry sospecha que un microbioma no saludable compromete el revestimiento intestinal, permitiendo que las bacterias entren en la circulación del cuerpo y se comuniquen a través del nervio vago, una vía que va desde el tracto gastrointestinal hasta el cerebro.
“Si piensas en la evolución humana, tiene sentido. Estamos programados para notar realmente las cosas que nos enferman para poder evitarlas en el futuro”, dijo Lowry.
El académico enfatiza que no todas las grasas son malas y que las saludables -como las que se encuentran en el pescado, el aceite de oliva, las nueces y las semillas- pueden ser antiinflamatorias y buenas para el cerebro.
Pero su investigación en animales sugiere que la exposición a una dieta ultra rica en grasas compuesta predominantemente de grasas saturadas, especialmente a una edad temprana, podría aumentar la ansiedad a corto plazo y preparar al cerebro para que sea más propenso a padecerla en el futuro.
El consejo del experto es:
• Coma tantos tipos diferentes de frutas y verduras como sea posible
• Agregue alimentos fermentados a su dieta para mantener un microbioma saludable
• Deje de comer pizza y papas fritas.
• Si tienes hamburguesa, añada una rodaja de palta. Las investigaciones muestran que las grasas buenas pueden contrarrestar algunas de las malas.